A estas alturas, mucho se ha hablado de las diferentes huellas -como la del carbono, la del agua, la huella sustentable, entre otras- convirtiendo este concepto en algo más que el simple rastro dejado por los procesos productivos, y extendiendo su alcance a las variables “duras” y a la competitividad de las empresas.
En este contexto, existe otra huella que adquiere cada vez más importancia; la huella de los reportes de sustentabilidad, entendida como el camino seguido para elaborar estos documentos. Al igual que las otras su trazabilidad nos permite conocer impactos y consecuencias, pero también la calidad de un proceso que debiera convertirse en un aporte relevante a la gestión de las compañías.
Sin duda, la sustentabilidad sobrepasó con creces el qué hacer (obtener beneficios y crecer en el tiempo) para sumar el cómo hacerlo, algo que hace tiempo viene preocupando a inversionistas, financistas, consumidores y los demás grupos que interactúan con las empresas.
Durante el año fiscal 2008- 2009 Deloitte Chile elaboró su primer Reporte de Sustentabilidad (bajo el estándar G3 del Global Reporting Initiative-GRI), denominado “En la ruta hacia la excelencia”. Siguiendo su visión de “ser modelo de excelencia”, la firma desarrolló un proceso interno que incluyó, además del diagnóstico, un análisis de sus procedimientos, sus servicios y la relación que mantiene con sus grupos de interés bajo la premisa de alcanzar los 4 pilares de la excelencia que constituyen su política de sustentabilidad: la excelencia corporativa, en el servicio al cliente, en la gestión de talentos y en el entorno.
Lo anterior, además de constituir un hito en la historia de Deloitte Chile, implica caminar con paso firme una ruta de coherencia y transparencia entre sus objetivos de negocios y su huella sustentable la que, apoyada por un proceso de reporte, irá dejando en su desempeño como firma de clase mundial.
La experiencia de este primer Reporte de Sustentabilidad nos confirmó que para hacer este tipo de informes, se necesita que todas las áreas de la empresa, comenzando por la Alta Dirección, asuman que la sustentabilidad está dada por la forma en que los desempeños económico, ambiental y social estén incorporados en los procesos operativos, para hacer de la sustentabilidad un negocio compartido.
Así, hacer un diagnóstico claro, participativo y sin ambigüedades que muestre la realidad de la empresa e identifique a sus grupos de interés clave y los temas relevantes a ser incluidos, además de involucrar a las diferentes áreas de la empresa, se transforma en un proceso valioso para la gestión. Si ello se logra, el Reporte se convierte en un verdadero instrumento de gestión que nos guíe hacia un desempeño más sustentable y a una mejor relación con nuestros grupos de interés. Por esta razón, estos debieran ser tanto los destinatarios como los que nutren el reporte.
En otras palabras, para ser instrumento de gestión, un reporte debiera ser producto de un proceso estratégico de alineamiento institucional y organizacional -que involucre a las diversas áreas operativas y administrativas-, y del conocimiento cabal de dónde estamos, con qué herramientas contamos y cómo cumpliremos los compromisos que nos llevarán a alcanzar nuestros objetivos. Todo esto, en base a una priorización de grupos de interés y de temas relevantes para fortalecer la relación.
Esta es, en definitiva, la huella de un reporte de sustentabilidad. Es lo que queda más allá de las palabras e imágenes plasmadas en un documento, y es lo que nos permite sentirnos mejores, más competitivos y más cohesionados como empresa para afrontar los desafíos de un mercado cambiante, globalizado y exigente.
En este contexto, existe otra huella que adquiere cada vez más importancia; la huella de los reportes de sustentabilidad, entendida como el camino seguido para elaborar estos documentos. Al igual que las otras su trazabilidad nos permite conocer impactos y consecuencias, pero también la calidad de un proceso que debiera convertirse en un aporte relevante a la gestión de las compañías.
Sin duda, la sustentabilidad sobrepasó con creces el qué hacer (obtener beneficios y crecer en el tiempo) para sumar el cómo hacerlo, algo que hace tiempo viene preocupando a inversionistas, financistas, consumidores y los demás grupos que interactúan con las empresas.
Durante el año fiscal 2008- 2009 Deloitte Chile elaboró su primer Reporte de Sustentabilidad (bajo el estándar G3 del Global Reporting Initiative-GRI), denominado “En la ruta hacia la excelencia”. Siguiendo su visión de “ser modelo de excelencia”, la firma desarrolló un proceso interno que incluyó, además del diagnóstico, un análisis de sus procedimientos, sus servicios y la relación que mantiene con sus grupos de interés bajo la premisa de alcanzar los 4 pilares de la excelencia que constituyen su política de sustentabilidad: la excelencia corporativa, en el servicio al cliente, en la gestión de talentos y en el entorno.
Lo anterior, además de constituir un hito en la historia de Deloitte Chile, implica caminar con paso firme una ruta de coherencia y transparencia entre sus objetivos de negocios y su huella sustentable la que, apoyada por un proceso de reporte, irá dejando en su desempeño como firma de clase mundial.
La experiencia de este primer Reporte de Sustentabilidad nos confirmó que para hacer este tipo de informes, se necesita que todas las áreas de la empresa, comenzando por la Alta Dirección, asuman que la sustentabilidad está dada por la forma en que los desempeños económico, ambiental y social estén incorporados en los procesos operativos, para hacer de la sustentabilidad un negocio compartido.
Así, hacer un diagnóstico claro, participativo y sin ambigüedades que muestre la realidad de la empresa e identifique a sus grupos de interés clave y los temas relevantes a ser incluidos, además de involucrar a las diferentes áreas de la empresa, se transforma en un proceso valioso para la gestión. Si ello se logra, el Reporte se convierte en un verdadero instrumento de gestión que nos guíe hacia un desempeño más sustentable y a una mejor relación con nuestros grupos de interés. Por esta razón, estos debieran ser tanto los destinatarios como los que nutren el reporte.
En otras palabras, para ser instrumento de gestión, un reporte debiera ser producto de un proceso estratégico de alineamiento institucional y organizacional -que involucre a las diversas áreas operativas y administrativas-, y del conocimiento cabal de dónde estamos, con qué herramientas contamos y cómo cumpliremos los compromisos que nos llevarán a alcanzar nuestros objetivos. Todo esto, en base a una priorización de grupos de interés y de temas relevantes para fortalecer la relación.
Esta es, en definitiva, la huella de un reporte de sustentabilidad. Es lo que queda más allá de las palabras e imágenes plasmadas en un documento, y es lo que nos permite sentirnos mejores, más competitivos y más cohesionados como empresa para afrontar los desafíos de un mercado cambiante, globalizado y exigente.
Fuente: Deloitte