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Caso: LA POLAR

Deudores morosos, supervisión insuficiente, políticas comerciales más que riesgosas: el auge y caída de La Polar incluye desde decisiones erróneas hasta lecciones para todo el mercado financiero.

¿Pero qué te pasó La Polar?

Los más puros síntomas de la crisis subprime estadounidense, aplicados a la conocida y popular multitienda chilena: créditos a deudores de alto riesgo, refinanciamientos por doquier, fórmulas financieras que no estimaron correctamente las provisiones necesarias, auditores y reguladores sobrepasados, ejecutivos con alto poder de decisión. Aquí contamos la historia detrás del hecho esencial que gatilló la crisis, sus protagonistas y las batallas que se libraron al interior del Directorio. Por Fernando Vega y Antonieta De la Fuente; Foto, Rodolfo Jara.



Fernando Franke fue el primero en advertirlo. A fines del año pasado, en el marco de una de las reuniones del directorio de La Polar, al que había ingresado como inversionista en 2004, el ingeniero comercial abrió los fuegos: algo andaba mal con el manejo de la cartera de créditos de la compañía. 

La multitienda prestaba a clientes de alto riesgo –el monto de sus créditos creció en cerca de 400 millones de dólares desde enero de 2010 a marzo de 2011– con políticas de cobranza consideradas por algunos como, a lo menos, laxas. Por eso, durante el segundo semestre la empresa resolvió exigir a sus clientes un mejor comportamiento de pago. Así empezó a asomarse la punta del iceberg que hoy tiene al mercado entero en vilo. 

Franke era de la idea de que la compañía debía ser más rigurosa en la manera en que entregaba sus créditos. Según consta en las actas del directorio, en más de una oportunidad golpeó la mesa y cuestionó la manera en que se manejaba la administración en ese sentido. Reclamos que, de paso, le significaron más de alguna desavenencia con el mandamás y ex gerente histórico de La Polar, Pablo Alcalde, al punto de que este último habría llegado a advertirle que presentaría su renuncia a la presidencia de la firma si seguían sus cuestionamientos a la plana ejecutiva. Algunos de los personajes que presenciaron estos altercados dicen que el resto de los directores guardaba silencio. Y que cuando preguntaban a la administración por el detalle de las cifras –para así determinar las provisiones– las entregaban muy de a poco. El aire comenzaba a enrarecerse. 

Porque, como ha explicado el presidente actual de La Polar, Heriberto Urzúa, “los cálculos de las provisiones eran absolutamente formales y por un modelo de camada que presentaban las gerencias”. El modelo de camada para estimar el riesgo de la cartera sería el mismo que aplican todos los actores del retail, pero su adecuada capacidad de predicción requiere una correcta calificación de los deudores. Y como dice Urzúa, a los directores se les dijo que los casos complicados “eran aislados, de una sola repactación y cara a cara”. 

Pero, volviendo a la historia, Franke al final decidió renunciar a la mesa directiva, y después de siete años en la firma dejó su cargo en abril pasado argumentando que no podía ser director de una empresa que no entregaba suficiente información. “A Fernando le faltó personalidad para no sólo golpear la mesa, sino que patearla y sacar todo el tema a la luz”, comenta un inversionista. 

Moneda entra en escena 

El cambio de integrantes en el directorio, en abril pasado, exacerbó más los ánimos. Así quedó claro el lunes 6 de junio cuando, en plena reunión extraordinaria del directorio, Fernando Tisné pidió la palabra para pedir que el experto en riesgo de la compañía explicitara cómo funcionaba el manejo crediticio de la firma. El representante de la administradora de fondos de inversión Moneda tenía la sospecha de que algo andaba mal con la cartera; sobre todo, a raíz de la demanda colectiva que el Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) presentó ante el 1er Juzgado Civil de Santiago el 2 de junio contra La Polar, por repactaciones sin el consentimiento de sus consumidores. 


Al final de la jornada –con una exposición plagada de interrupciones, sobre todo de Tisné, y que prolongaron la reunión por varias horas– se acordó continuar con el análisis y la definición de medidas el miércoles 8 de junio. 

Un testigo asegura que, a medida que se iban conociendo las fórmulas y exigiendo más información, el ambiente se iba espesando cada vez más. La tensión llegó a ser brutal. Hubo increpaciones y descalificaciones hasta tal punto que el presidente del directorio, Pablo Alcalde, pidió más respeto. Tisné apuntó a él y a la administración por estar operando en el límite de las reglas. 

Finalmente, ese miércoles 8 el directorio en pleno decidió hacer públicos los problemas. “No se puede ocultar lo que está pasando”, añadió uno de los directores. Al día siguiente el hecho esencial revelando los problemas remeció al mercado, hundió las acciones de la firma y abrió debates que se dispararon en todas las direcciones (ver aquí). 

A juicio de diversos agentes del mundo de las finanzas, la conducta de Tisné no es de extrañar. Entre diciembre de 2010 y marzo de este año, Moneda invirtió varios millones en La Polar estimando que la firma estaba sana y tenía amplias posibilidades de desarrollo. Hay quienes, incluso, aseguran que antes de adquirir estos papeles –y como es costumbre en la administradora para algunos casos– el equipo de inversiones se reunió con ejecutivos de La Polar para conocer de primera fuente la situación. Se les habría dicho que la normalización de los morosos era cosa de tiempo y que, además, la firma estaba embarcada en un vasto y promisorio plan de expansión que sólo prometías positivos resultados financieros. 

Factor Alcalde 

En todo caso, hacía por lo menos dos años que los analistas venían alertando sobre el extraño comportamiento de esta empresa del retail. En plena crisis financiera, mientras las demás multitiendas mostraban una caída de sus resultados, producto de las mayores 
provisiones derivadas del deterioro de sus carteras de crédito, La Polar seguía mostrando crecimientos sostenidos y sus índices de morosidad no se veían igual de golpeados que el resto de sus competidores. Era un tema vox populi en el mercado, pero cada vez que la empresa mostraba sus cifras, todo calzaba a la perfección y su cartera se veía sana. De hecho, en más de una oportunidad, Pablo Alcalde, presidente de la compañía, salió a defender a sus clientes diciendo que eran excelentes pagadores. “Hay un error conceptual, los segmentos C2 y C3 no son un nicho vulnerable, son responsables y buenos pagadores”, señaló en mayo de 2008.
Entre analistas e inversionistas, el poder de Pablo Alcalde era motivo de comentario. Responsable del “milagro de La Polar” –con él como gerente general, la compañía logró revertir la crisis que la tuvo al borde de la quiebra a fines de los 90– encontraba pocas personas dispuestas a desafiar su peso al interior de la empresa. 

Además, como hasta fines de 2009 había sido el gerente general, todos confiaban en que conocía a la perfección el tejemaneje de la gestión. Ahora, a varios les cuesta creer que no haya estado al tanto de las prácticas de los ejecutivos que antes le reportaban directamente. El lunes le pidieron la renuncia al directorio. Alcalde no quiso. De paso, contrató al abogado Jorge Bofill para su defensa. 

El pedaleo 

Algunos dicen que las peculiares prácticas crediticias de La Polar se venían realizando desde hace varios años. Otros, que sólo comenzaron tras la salida de Norberto Morita y Raúl Sotomayor del directorio. Un tercer grupo añade que se aflojaron cada vez más después de la crisis. 

El asunto es que operaba una suerte de bicicleta financiera que permitió a la multitienda convertirse en la segunda casa comercial que más deuda colocaba, sólo detrás de Falabella, con montos sobre los 800 mil millones de pesos. 

¿Cuál era la fórmula? Repactar las deudas de sus clientes y extenderles el cupo, sin que necesariamente estuvieran muy al tanto de lo que ocurría (por eso, la demanda del Sernac). De esta manera, los créditos que vencían volvían a aparecer en sus balances como carteras vigentes, pero con sumas más elevadas debido a los mayores plazos de la reprogramación. 

Pero el principal problema es que, además de ocultar las carteras impagas, no aumentaban sus provisiones. “Lo normal es que cuando se repactan créditos se provisione el 30%, para resguardarse”, señala un ejecutivo de la competencia. Algo que, todo indica, La Polar no hacía. 

Un frente judicial 

Ahora se avecina el frente judicial, lo que tiene a directores y auditores contratando asesoría legal. Los resultados que arroje la auditoría externa de Ernst&Young marcarán el escenario que adopte el caso. Por lo pronto, también los actores que se sienten defraudados iniciaron contactos con los estudios de abogados más importantes de la plaza para perseguir a la administración. Como si fuera poco, el Ministerio Público –con la presencia de Carabineros en las oficinas de La Polar– decidió intervenir de oficio para investigar las eventuales irregularidades.

A ello se suma la demanda del Sernac. Según varios profesionales consultados, es altamente factible que esta acción legal termine con un fallo que permita a los deudores a pagar sólo la deuda original y a La Polar, a condonar todos los intereses, castigos, multas y demás gastos financieros que hacían que una persona que debía inicialmente 27 mil pesos se encontrara de golpe con que sus obligaciones con la casa comercial superaban el millón de pesos. 

Según especifica un experto en retail, un acuerdo de condonación de deudas implicaría reducir en al menos un tercio la cartera total de créditos de la firma; lo que, sumado a los créditos que jamás han sido pagados, podría generar un impacto demoledor en los balances. “Es jibarizar una compañía cuyo negocio era prácticamente financiero”, añade un analista. 

En el intertanto, en la industria del retail temen que el gobierno y los políticos se aceleren en poner en marcha fuertes cambios regulatorios que afecten al negocio financiero y, de paso, a todo el sistema de auditoras y clasificadoras de riesgo. Desde que estalló el caso, el ministerio de Hacienda se ha coordinado con representantes del Banco Central y las superintendencias de Bancos, Valores y Seguros y AFP, para monitorear el impacto en el sistema financiero y evaluar qué normativas modificar. 

Para los inversionistas bursátiles se abre lo que aparece como un extenso período de incertidumbre, considerando el plazo de tres meses anunciado por el directorio para recibir los informes que permitirán estimar el nivel de provisiones necesarias. 

Hay otras aristas del escándalo por verse, como el futuro que tenga el bono securitizado colocado por La Polar, cuyas cláusulas podrían gatillar su cobro anticipado por parte de los tenedores. 

También puede complicar la relación con sus bancos acreedores, siendo los principales BCI y el Banco de Chile. Todas las obligaciones financieras de la empresa le exigen mantener un endeudamiento y cobertura de gastos financieros muy conservadores, los que podrían no cumplirse una vez que Deloitte, la firma auditora contratada para efectuar la revisión de su cartera, defina cuánto serán las pérdidas que deberá asumir la firma.

Había una vez una tienda de trajes de huaso...

Algo más de 50 años tardó La Polar en pasar de sastrería de barrio a multitienda internacional. Una experiencia que la posicionaron entre las niñas bonitas de la Bolsa. Por Carla Sánchez.

No tenía más de 24 metros cuadrados. Era una sastrería de barrio, especialista en la fabricación de trajes de huaso, instalada en Alameda 2812, en plena Estación Central. Pero a León Paz Tchimino le pareció un negocio atractivo y en 1957 decidió comprarlo y explotar su potencial comercial. 

“Apenas adquirí la tienda empecé a agrandarla. Iba comprando las piezas del hotel que estaba detrás y así llegué hasta los 200 metros cuadrados”, recuerda Paz, quien decidió bautizarla como La Polar porque, según comenta, “todo lo relacionado con el polo en esa época estaba de moda”. La expansión física fue acompañada de la fuerte campaña publicitaria famosa hasta el día de hoy: La Polar, llegar y llevar

El negocio fue prosperando. A la venta de ropa se sumaba todo tipo de productos, incluso motocicletas. Pero la familia Paz optó por crecer con cautela. En los 80 compró un segundo local, en San Diego, y después vendría un tercero en Monjitas. Caracterizada por ser una empresa de índole popular, parte importante de los ingresos provenían del crédito pero, según Paz, “era distinto al que existe hoy. De partida, se trataba de un crédito limitado, en el que se exigía el pago de un pie”. 

El gran salto ocurrió en la década de los 90. Enfrentados a una gran expansión, la familia Paz optó por profesionalizar la empresa y contrató ingenieros comerciales. Ya en esa época empezó el incentivo a los ejecutivos quienes, según Paz, podían ganar hasta un 1% de las utilidades de la empresa.

Hacia fines de los 90 habían alcanzado un rápido crecimiento, con 12 locales distribuidos en Santiago y regiones, una superficie total de 24.100 metros cuadrados y 350 mil clientes de sus tarjetas de crédito. Pero los problemas de flujo no demoraron en llegar. A ello se sumó la falta de respaldo de los créditos. 

Nueve meses antes de la crisis asiática, recuerda Paz que recibieron una oferta por 120 millones de dólares, operación que rechazaron: “mis asesores de Banmerchant me dijeron que había mejores ofertas, que no vendiera”. Pero el panorama cambió abruptamente con la debacle de 1998, que generó menores ventas y una mayor morosidad de la cartera. “Nos quedamos llenos de letras y documentos. No teníamos flujo, debíamos, entre bancos y proveedores, como 30 millones de dólares. Entonces decidimos salir a buscar interesados”, anota Paz, quien reconoce que nunca fue su intención vender, sino que la idea era buscar un socio. 
En octubre de 1998, el fondo de inversiones Southern Cross manifestó su intención de capitalizar la empresa, con la condición de asumir el 100% de la propiedad. En enero de 1999, el segundo juzgado civil de Santiago decretó la quiebra de multitiendas La Polar. La medida se determinó sólo unos días después de que la empresa presentara un convenio judicial preventivo en los tribunales, con el apoyo de gran parte de los acreedores.

Irrumpen Sotomayor y compañía 
Se salvó La Polar: acreedores firmaron acuerdo con fondo norteamericano, titulaban los diarios de la época. A principios de 1999 el fondo de inversiones Southern Cross –liderado por Raúl Sotomayor y Norberto Morita– adquirió las operaciones 302de la empresa por 20 millones de dólares. Se constituyó una nueva sociedad continuadora de la operación, Comercial Siglo XXI S.A. Más de 30 millones de dólares sumaron los aumentos de capital. 
“Le agregaron mucho valor a la compañía. Entre 1999 y 2002, las ventas crecieron, en promedio, un 33% y la utilidad operacional un 61% por año”, recuerda un analista. Durante su gestión, lograron posicionar a La Polar como uno de los 4 grandes del retail chileno. Un proceso liderado por el entonces gerente general, Pablo Alcalde. 
En septiembre de 2003 la compañía se abrió a la bolsa, colocando el 20% de la propiedad, por el cual recaudó 32 millones de dólares; lo que, a juicio de los ejecutivos de la firma “demostró la confianza que el mercado ha depositado en la empresa ya que la demanda triplicó el monto ofrecido”. Ese día, la acción subió 11%. El objetivo de los dineros recaudados, según constata la memoria de ese año, era financiar el plan de expansión que la llevaría a tener 30 tiendas hacia fines de 2006. Dos meses después de la apertura en bolsa, el controlador de la sociedad vendió un 26,1% de las acciones, equivalentes –según un análisis de Fitch Ratings– a 52 millones de dólares. 
Una nueva inyección de recursos permitió durante 2004 abrir cuatro tiendas nuevas, totalizando 14 locales en Santiago y 10 en regiones. A ello se sumó el lanzamiento de marcas propias, como Icono, Neo y Casanova. Pero Southern Cross continuaba con la idea de reducir su propiedad en La Polar. De hecho, los intentos de venta incluyeron un remate fallido a fines de 2004 y un acuerdo mediante el cual Parque Arauco estuvo a punto de hacerse del control de la empresa. En enero de 2005, el fondo liderado por Morita y Sotomayor redujo su participación a un 20,1%, con lo que el free float de la compañía se acercó al 80%. Tres meses después, en la junta de accionistas, Norberto Morita comentó que se estaba analizando en profundidad la posibilidad de abrir un banco, ya “que tenemos 1.710.000 clientes con tarjetas de crédito de la multitienda, lo que es una base bastante importante”. 


La dupla Morita-Sotomayor logró levantar a la alicaída empresa, cambiar la política comercial, concretar una reingeniería en el área financiera y asemejar su política crediticia a la de los bancos. “Cuando compraron la compañía, pensaron que iban a recuperar el 60% de la cartera y terminaron recuperando el 85%”, comentan en el mercado.

León Paz Tchimino compró La Polar en 1957: “apenas la adquirí fui comprando piezas del hotel que quedaba atrás para ir agrandándola, y así llegué a los 200 metros cuadrados”, recuerda.
Continuando con su plan de salida de la multitienda, el fondo vendió la participación del 20,1% que le restaba en la compañía a la familia Bemberg, heredera del fundador del grupo Quilmes, cuya administración fue encabezada durante muchos años por el propio Morita. La operación contemplaba reunir poco más de 150 millones de dólares y marcó la salida de Southern Cross, aunque Morita y Sotomayor continuaron en el directorio. Con esta transacción, la propiedad de la firma quedó más atomizada, convirtiéndose en la empresa IPSA con los mayores niveles de flotación. 


El fallido intento de retail integrado 

Tres años después de la jugada, el fondo Southern Cross volvió a poner los ojos en La Polar. Esta vez, para fusionarla con Supermercados del Sur y sumarse así a la estrategia de retail integrado que habían implementado con éxito cadenas como Falabella y Cencosud. Según estimaciones, la fusionada tendría ventas por más de 1.300 millones de dólares. Morita y Sotomayor dejaron el directorio para “dar mayor transparencia” a la operación. 

La fusión nunca se concretó. El directorio estimó que la figura de retail integrado no le aportaría valor a La Polar. El presidente de ésta, Andrés Ibáñez, fue claro: “evaluamos la oferta en su contexto y por eso decidimos que no era atractiva para llevarla a junta. Eso no quita que La Polar no quiera seguir evaluando estrategias de crecimiento”. 

Tres meses después, la familia Bemberg vendió el 10,85% de la propiedad, dejando a la multitienda sin un controlador único. Con las AFP y los fondos extranjeros como accionistas mayoritarios, Pablo Alcalde dejó la gerencia general para asumir la presidencia de la compañía. 

El año 2010 fue el de la expansión internacional, con la emisión de la tarjeta La Polar y la apertura de la primera tienda en Colombia. En la sexta cumbre anual de Inversionistas Santander GBM, el propio Alcalde recalcó con orgullo que ya completaban los 43 locales y anunció un ambicioso plan de expansión para el periodo 2012-2015 de 8 tiendas en Chile y 10 más en Colombia. 

Pero el escenario abruptamente cambió: el 9 de junio pasado, a través de un hecho esencial, el directorio informó que había tomado conocimiento de prácticas en la gestión de su cartera de crédito “que se habrían efectuado de una forma no autorizada por el Directorio y en disconformidad con los criterios y parámetros establecidos por la compañía”. La acción de la Polar rápidamente cayó más de un 40%, para sorpresa del mercado.

Los debates que revivió La Polar

Más allá de los escenarios que se abren para la multitienda, sus ejecutivos y directores, la crisis generada en La Polar abre o vuelve a colocar sobre la mesa algunas discusiones pendientes en torno al desarrollo de nuestro mercado financiero.

http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/1.jpgLa figura del controlador fuerte


Desde noviembre de 2009, cuando el grupo Bemberg salió de la compañía, La Polar se convirtió en la única gran firma chilena sin un controlador claro. Acostumbrado a tener “con quién hablar”, ahora el mercado se enfrentaba a una firma cuya propiedad estaba diluida entre cientos de accionistas, con un importante porcentaje de papeles en manos de inversionistas institucionales. Todo ello configuraba un escenario más que atractivo para muchos inversionistas: un buen free float (acciones de libre flotación en bolsa) y una administración profesional y menos sometida a los caprichos de los controladores. 

LarrainVial ha estimado que los empresarios chilenos controlan entre el 60% y el 65% de la propiedad de sus negocios, mientras que el free float del IPSA alcanza al 46% (una cifra muy inferior al 95% de las principales acciones en Estados Unidos). Pero lo que varios expertos consideraban un punto en contra para las pretensiones de desarrollo bursátil local, ahora se ha convertido en un valioso seguro. Como dijo el presidente de AFP Habitat, José Antonio Guzmán, a Diario Financiero: en La Polar faltó “un accionista controlador que haya puesto el ojo sobre el caballo”. ¿En qué quedamos? 


http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/2.jpg¿Cómo invierten los institucionales? 


Una vez más, desde que en 1985 se autorizó a los fondos de pensiones a invertir en acciones de sociedades anónimas chilenas, las AFP han terminado convertidas en protagonistas estelares de controversias financieras. Ya sucedió en los casos Chispas, Terra, Telefónica Móviles, Masisa-Terranova, Soquimich, Gener y Fasa, entre otros. Siempre, reclamando falta de información o una vulneración de sus derechos como accionistas minoritarios. 

Actualmente las AFP tienen invertidos 28 mil millones dólares en acciones de más de un centenar de sociedades anónimas locales. ¿Cómo invierten y monitorean esos recursos? ¿Cómo evalúan el riesgo en el caso de inversiones en empresas del rubro financiero? 

En el caso de La Polar, al menos un tercio de todos los papeles está en manos de inversionistas institucionales. Entre AFP y fondos mutuos concentran el 31% de las acciones, pero si se suman los títulos correspondientes a corredoras de bolsa, fondos privados o family offices, se podría decir que al menos la mitad de la propiedad de la firma es manejada por inversionistas calificados. Y en el comité de auditoría participaban, precisamente, los directores elegidos con votos de los institucionales. 


http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/3.jpgEl fantasma del riesgo sistémico


Hace años que los bancos y otros actores del sistema financiero lo venían advirtiendo: que las casas comerciales otorguen créditos sin una regulación podía ocasionar un riesgo sistémico. Por eso, algunos comentan que lo ocurrido con La Polar esta semana avala sus temores. 

A su favor, las multitiendas han argumentado que al no ser captadoras de fondos de terceros no tienen por qué tener regulaciones, mientras los bancos abogan para que se compartan las bases de datos, que les permitirían conocer la real exposición en deuda de sus clientes. Por eso, el caso La Polar podría abrir este debate que hasta ahora no ha logrado consenso para que existan más regulaciones a estos plásticos. 

Por lo menos, eso es que lo adelantó el viernes pasado el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, quien dijo que lo sucedido requiere “un análisis exhaustivo para determinar si los hechos ocurridos podrían evitarse en el futuro mediante el perfeccionamiento de la legislación aplicable, y de ser así, proponer modificaciones legales que mejoren los controles preventivos, por ejemplo, sobre la industria de los emisores de tarjetas de crédito no bancarias”. 

En todo caso, ya existen algunas regulaciones para el llamado dinero plástico. Desde abril de 2006 las tarjetas de casas comerciales comenzaron a ser reguladas por la SBIF. Esto implicó que las multitiendas están inscritas en un registro de emisores de la superintendencia y deben informar a este organismo mensualmente sus tasas de interés, el número de tarjetas emitidas, los plásticos que registran movimiento, sus cuentas por cobrar, morosidades y transacciones.

Pero la fiscalización, en la práctica, se limita a velar porque se cumpla la Tasa Máxima Convencional y llega hasta ahí. Por eso, parte de los cuestionamientos sobre los controles que fallaron en este caso apuntan a esa repartición y al superintendente de Bancos, Carlos Budnevich. 


http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/4.jpgLa calidad de los análisis bursátiles


El cuestionamiento a los agentes bursátiles y a su osadía se suceden: si sabían que algo olía mal en La Polar, ¿por qué no hicieron nada y la siguieron recomendando? Hasta el día previo a la debacle, las acciones de La Polar seguían entre la estrellas de los departamentos de estudios, pese a que prácticamente todos los analistas habían oído los rumores sobre la calidad de la cartera. 

“El mercado se basa en la fe y la palabra. A nosotros no nos corresponde andar chequeando toda la información que nos entrega la compañía. Ese es trabajo de los auditores y clasificadores de riesgo”, se defiende el analista de retail de una corredora de bolsa. 

Sin embargo, en el primer trimestre, las corredoras IM Trust y Tanner aconsejaron a sus clientes vender esos papeles por considerar que faltaba información. ¿Por qué estas entidad sí y las demás no? 


http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/5.jpgAuditores y clasificadores


Si la crisis financiera de los años anteriores fue una verdadera prueba de fuego global para la fiscalización de auditores y clasificadores, ¿por qué esta vez fallaron? La Polar era auditada por PricewaterhouseCoopers (actual PWC), que refrendó con su firma los estados financieros de la compañía, según consta en las dos últimas memorias de ésta. 

Pero tras el golpe de timón del nuevo directorio un equipo de Ernst&Young fue fichado para realizar una auditoría externa con el fin de determinar la situación real. 

Los dardos también apuntan a las clasificadoras. Feller- Rate y Fitch Ratings son las dos empresas que evaluaban a La Polar. Ambas se defienden diciendo que su análisis se basa en información financiera auditada, y que por tanto se presume que refleja razonablemente la realidad de la empresa y que no es su labor volver a auditar las cifras. Las clasificadoras, no obstante, pueden percutar alertas ante los aumentos en el riesgo crediticio y exigir mayor información a las compañías.

Así lo hizo Feller-Rate, según Valeria García, director senior corporaciones y financiamiento de proyectos de la clasificadora. Explica que revisaron y bajaron las clasificaciones de La Polar en octubre del año pasado, el 20 de mayo de este año y el 9 de junio. 

“El hecho esencial da cuenta explícitamente de que la información que manejábamos y en la cual se sustentaba la clasificación difería significativamente de la que sería la real situación de la compañía”, dice García. 


http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/6.jpgCuestionamientos al regulador


Otra cosa es la Ley de Valores. Esta establece que las compañías abiertas deben entregar toda su información financiera al mercado. Y en el caso de La Polar se habrían ocultado carteras morosas, encubriendo los créditos vencidos que eran repactados sin el consentimiento de los clientes, los que además no eran provisionados correctamente. 

Por eso, se han despertado varios cuestionamientos a la labor fiscalizadora realizada por la SVS. Estos apuntan a que, aun cuando existían rumores desde hace varios meses sobre los problemas en la cartera de crédito de La Polar, no pidió información a la empresa. De hecho, fue el Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) el que puso primero la voz de alerta, lo que desencadenó el hecho esencial de la compañía. 

El tema no es menor, considerando que ya otros superintendentes han debido dejar sus cargos por casos similares, cuando los balances de una empresa no correspondían a la realidad. Sin ir más lejos, Inverlink le costó la cabeza al entonces superintendente, Alvaro Clarke. 


http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/7.jpgDirectores “profesionales” 


Sucedió con el caso Fasa y ahora vuelven a estar en el banquillo. Los directores independientes y su rol como representantes de los accionistas son un tema que desde hace rato viene dando que hablar en el ambiente financiero. 

El hecho esencial enviado el jueves 9 en la mañana por La Polar a la SVS dice expresamente que las malas prácticas en el manejo de la cartera de crédito “se habrían efectuado de una forma no autorizada por el directorio”; lo que, según un analista, supone una negligencia de parte de los directores, por cuanto su responsabilidad es justamente velar por que no ocurran este tipo de cosas. “En Chile no estamos acostumbrados a la cultura de que el directorio es el responsable; decir que no sabe lo que está pasando abajo es inaceptable”, señala un inversionista. 

Los analistas agregan que la responsabilidad de los directores que representan a las AFP es aún mayor en compañías en las que no existe un controlador, puesto que son ellos quienes deben dar las directrices a los ejecutivos y asegurarse de que éstas se cumplan. 

El artículo 41 de la ley de sociedades anónimas establece que los directores deben responder ante los perjuicios causados a la sociedad por sus actuaciones dolosas o culpables, y el artículo 133 agrega que la persona que infrinja la ley por falta de diligencia estará obligada a la indemnización de esos perjuicios. 

Además, su comportamiento puede ser multado por la SVS, como ya ocurrió en el caso de los directores de Fasa, quienes tuvieron que pagar en conjunto cerca de 250 millones de dólares en multas por el no cumplimiento a la ley de sociedades anónimas. 

http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/8.jpgLa vulnerabilidad del C3 y D 


¿Son una liquidación de sueldo y el carnet de identidad suficientes para otorgar una tarjeta de crédito? La vulnerabilidad de los sectores medios y bajos para pagar sus deudas volvió a ser tema. 

Retailers como La Polar y Johnson’s parecían habían conjurado el temor de que personas de los populosos segmentos C3 y D fueran incapaces de pagar sus compromisos financieros, pese a que los intereses fueran mucha veces el doble que los de una tarjeta bancaria. Y ambos terminaron con problemas por tal motivo. 

Por eso, hoy el modelo de prestar plata en cuotas para comprar desde la ropa hasta la comida está en el ojo del huracán. Tanto, que el mercado mira con interés a otros retailers que han apostado por los segmentos de menores ingresos. 


http://www.capital.cl/images/reportajes_entrevistas/9.jpgIncentivos perversos 


Durante el caso Enron, uno de los temas que suscitó mayor preocupación fueron los bonos y programas de stock options a los ejecutivos que los llevaron a esconder las pérdidas de la empresa y a “maquillar” los resultados de la compañía, a fin de no dejar de percibir los suculentos premios. 

En el caso de La Polar, el problema no fue muy diferente. Metas de ventas, mejoras en los ratios de las carteras de crédito se premiaban, al igual como ocurre en las demás compañías del retail y también en otras industrias. En la memoria de la empresa se especifica que los premios que entrega la compañía están indexados al valor de las acciones de la misma y se menciona que en 2010 se destinaron 60 mil millones de pesos al pago de remuneraciones, comisiones y bonificaciones a los ejecutivos, así como cerca de 500 millones de pesos en acciones de la empresa. 

Es una práctica común que se gratifiquen los mejores desempeños con millonarios bonos, e incluso en algunas firmas con stock options, porcentajes de acciones que se entregan a los ejecutivos para retribuir su trabajo y comprometerlos en la gestión de las compañías. 

En el mercado se comenta que desde que en La Polar se identificó un deterioro de la cartera de crédito, el directorio pidió expresamente a esa área, hasta la semana pasada liderada por Julián Moreno –quien fue desvinculado de la empresa–, mejorar sus ratios. Por eso, lo que se teme es que, con la presión de cumplir las expectativas, se hayan intensificado las malas prácticas crediticias que permitían a la firma repactar los créditos que vencían y así no reflejarlos en sus balances.

Fuente: www.capital.cl


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