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Piñera raya la cancha

“Me llena de satisfacción que los ministros estén brillando, pero eso es totalmente distinto a pensar que tenemos una carrera presidencial dentro del gabinete”.

“Hinzpeter es el ministro que ha estado más cercano a mí en estos 20 años de lucha por llegar a la presidencia… Tiene una verdadera vocación de servicio público, que no se encandila con las luces”.


“Le dije a Golborne –y se lo he dicho a todos los ministros- que si tiene proyecciones políticas futuras, que son legítimas, el mejor camino es siendo buen ministro hoy y cumpliendo bien sus tareas”.


Venta de sus empresas: “si pudiera a repetir la historia, habría hecho todo el proceso en forma más acelerada”.


Por María José O’Shea C.; fotos, Verónica Ortíz.



-¿El presidente tomará vacaciones?

-Almorcé con el contralor y le pregunté si podía, porque sabía que los funcionarios públicos no pueden hacerlo mientras no cumplan un año en el cargo. Pero me dijo que el presidente no es funcionario público, porque es 24 horas al día, 7 días a la semana, 52 semanas al año. Y por tanto, no estaba regulado por ese rol.


-Entonces se va.


-Una semana. Estamos en la duda si a Ranco, Caburgua o al Parque Tantauco.


-¿Cuándo?

-Cuando pueda.


No ha cambiado nada Sebastián Piñera. Acelerado –siempre ha tenido demasiado claro el valor de cada segundo–, recibe a Capital en su oficina en La Moneda, un miércoles en la mañana, en medio de las extenuantes fiestas de fin de año. Tiene cara de cansado, pero eso a él le da lo mismo. Sigue adelante.


-Presidente, tiene los ojos rojos. ¿Le pasó algo?


-No, sólo que estos días se duerme muy poco –dice mientras se los refriega con sus dedos gruesos.


-¡Sarita, écheme gotas, por favor! –dice, llamando a su secretaria. Ella entra a ponerle las gotas. Le agarra la cabeza y él reclama porque Sarita no le achunta. Se nota que este acto es algo habitual. Una costumbre ya entre ellos.


Solucionado el problema. Como si, con las gotas, se fuera también el agote de un año excepcionalmente movido.


-Presidente, ¿cómo cierra 2010?


-Ha sido un año duro, difícil, lleno de desafíos y también de emociones. Pero sumando y restando, estoy contento con este 2010. Siento que estuvimos a la altura de los grandes desafíos y tremendas adversidades que debimos enfrentar. El año se inició con uno de los cinco peores terremotos en la historia y la gente olvida muy rápidamente que no solamente nos costó más de 500 vidas y 50 desaparecidos, sino que destruyó un porcentaje importante de nuestra infraestructura. Muchos creen que esto es como una película, en la que con el final se termina el desastre. Pero no es así. El proceso de reconstrucción ha sido muy exitoso: ningún niño perdió su año escolar, el sistema de salud se normalizó, se construyeron 80 mil viviendas de emergencia, se repararon más de 200 puentes…


-¿Ha sido más difícil de lo que pensó?


-Todo lo contrario. Cuando hicimos nuestro balance la noche del 11 de marzo, nos dimos cuenta de que el daño era devastador. Comenté esto con el presidente Obama: el costo del huracán Katrina fue menos del 1% del PIB. En Chile, el terremoto representó el 18%. Y a pesar de ello, hemos podido normalizar las cosas y la economía se puso de pie y volvió a galopar. Cuando uno compara 2009 sin terremoto, con un 2010 con terremoto, ve diferencias notables. En 2009 cayó la economía 1,5% y este año va a crecer más del 5%; el pasado se perdieron 30 mil empleos, este año vamos a tener más de 300 mil; el año pasado la inversión cayó más de 15% y este crecerá más del 20%. Por tanto, un año muy difícil, de muchas emociones y muy fecundo. -


¿Cuál ha sido su mejor día?


-El día en que rescataron a los mineros.


-¿El peor?


-El día del incendio de la cárcel de San Miguel.


-¿En qué se ha equivocado?


-Sin duda hemos cometido errores. No soy de esos que, como la Edith Piaf, dicen “no me arrepiento de nada”. En algunos momentos no hemos tenido la suficiente perseverancia para buscar más diálogo, más acuerdo, más entendimiento, porque estoy convencido de que los grandes desafíos del país en materia de reconstrucción, pero también de superar el subdesarrollo y la pobreza, sólo los vamos a lograr en un clima de unidad. Las demás críticas se las dejo a los críticos para no facilitarles su trabajo.


-¿Qué nota se pondría?


-Nunca me he puesto nota a mí mismo.


-¿Cuánto se parece esto a lo que imaginaba que era ser presidente?


-Muy parecido, pero nunca pensé que fuera tan intenso y exigente, y que llevara tanto sacrificio en los temas personales. La presidencia deja muy poco espacio para cosas que yo aprecio mucho, como el tiempo libre, la lectura, el deporte, los amigos, los viajes.


-Y a los nietos, ¿cuánto los ve?


-Es de las pocas cosas que no he sacrificado. A veces en las noches, después de actos en La Moneda, paso a verlos. Siempre pasa lo mismo: se despiertan, se revolucionan, mi hija se enoja y me dice: “claro, ahora tu te vas y yo tengo que hacerlos dormir de nuevo”.


-Tiene toda la razón su hija. ¿Y qué es lo que más le gusta del cargo?


-La posibilidad de cambiar el rumbo de las cosas, de cambiar para mejor la vida de los chilenos. Tener la capacidad de realizarse más allá de lo personal. En un ámbito más compartido, más comunitario.


-¿Y lo que más detesta?


-Las cosas que me quitan libertad, como la seguridad, el protocolo. Lo voy a tolerar, pero nunca me voy a acostumbrar. La Concertación sin arco iris y cambio de gabinete Además de las tres pantallas de computador, dos BlackBerry, una crema de manos Clinique y la cajetilla de cigarros que disimuladamente se encarga de guardar en un cajón, en el escritorio de Piñera abundan las rumas de papeles. Todavía no los empieza a acumular en el suelo, como solía hacerlo en su oficina de Apoquindo 3000. Sabe perfectamente dónde está cada dato que necesita por si se le llegara, extrañamente, a olvidar una cifra.


-¿Cómo se viene 2011? En La Moneda algunos dicen que será el “corazón” de su gobierno: con crecimiento económico, sin elecciones que perturben el clima político y con el terremoto ya más alejado en el tiempo.


-Estamos anticipando un muy buen año en todos los frentes. Esperamos crecer a más del 6%, seguir con una tremenda capacidad de creación de empleos, promover la exportación, la inversión y la productividad. Pero además de eso, será el año de las siete grandes reformas estructurales, que todos sabemos que son urgentes, pero que por un millón de razones, ninguna válida, hemos estado postergando. Estas son la reforma a la educación, a la salud, a la seguridad ciudadana y sistema penitenciario, a la lucha contra la pobreza, a la revitalización de nuestra democracia, a una nueva institucionalidad ambiental y a la modernización del Estado.


-¿Por qué a todo le pone el número 7? Su programa de gobierno tenía 7 ejes.


-Me gusta el número. Me gustaba sacarme sietes en el colegio, y en la presidencia, me levanto en las mañanas, miro la cumbre más alta y digo “ahí quiero llegar”.


-¿Qué actitud espera de la oposición para todas estas reformas?


-El país necesita, y le haría bien también a ellos, que tengamos una oposición firme en la fiscalización, pero constructiva, abierta al diálogo. Por ejemplo, en la discusión de la ley de presupuesto vimos una oposición constructiva, pero en la discusión del reajuste fue muy poco constructiva.


-¿Cuál es su diagnóstico de lo que está viviendo la Concertación?


-Creo que todavía no encuentra su norte, su arco iris. Lo encontró en los 80 en la lucha por recuperar la democracia; lo encontró en los 90 al demostrar que podían gobernar Chile y mantener el rumbo, pero lo perdió en el último tiempo. Espero que hoy lo que una a la oposición sean su proyecto de futuro y su compromiso con Chile, y no su afán de poner obstáculos a nuestro gobierno. 

-¿Cómo ha visto la reaparición en escena del ex presidente Lagos?

-El tiene todo el derecho del mundo a reaparecer. Espero que reaparezca como estadista, mirando el futuro, buscando lo mejor para el país y no caiga en la tentación de transformarse en el jefe de barra ni de la trinchera.


-¿Y la relación entre La Moneda y los partidos de la Alianza? Ellos se han quejado todo el año de falta de coordinación.


-Nunca son fáciles las relaciones entre La Moneda y los partidos de gobierno, pero siento que están cada día mejor. Hay una mejor compenetración de lo que es el rol del gobierno por una parte, de los partidos por otra, y de los parlamentarios en el Congreso. Me siento agradecido porque, más allá del mundanal ruido, he visto compromiso, lealtad y coraje para sacar adelante nuestro programa de gobierno, además de enfrentar lo que significó el terremoto. Me sorprende la capacidad de algunos en la oposición de ver sólo la parte vacía del vaso –que por cierto que la tiene–, y nada de lo que hemos llenado. El grueso de la reconstrucción estará terminado antes del segundo aniversario del terremoto. Es decir, el 27 de febrero de 2012.


-Cuando rescataron a los mineros, usted se quejó de que no se estaba dando a conocer el trabajo del gobierno en la reconstrucción. ¿Ha mejorado ese diseño comunicacional?


-He estudiado la experiencia de los países que experimentan grandes catástrofes. Y hay una evolución. Al principio hay un gran sentimiento de solidaridad, ayuda y compromiso. Después se pierde ese sentimiento y la gente exige solución a su problema aquí y ahora. Posteriormente, la gente vuelve a evaluar correctamente lo que ha sido el proceso de reconstrucción. Nosotros estamos pasando de la segunda a la tercera etapa. El tema de las comunicaciones es siempre muy difícil, por eso no soy de los que le echan la culpa de todo. Sí creo que tenemos que comunicar más y mejor.

-¿Cómo evalúa a la ministra Ena von Baer en ese sentido?


-Ella cumple un doble rol, porque es la vocera y además tiene la conducción de las comunicaciones. Y yo creo que lo hace muy, muy bien.


-Se ha dicho que usted quiere replicar el modelo de Aylwin, cuyo primer gabinete duró más de dos años. ¿Es así, o viene uno en marzo, como indica el rumor?


-Siempre uno aspira a que el equipo de gobierno se mantenga, se consolide. No siempre se logra. Aylwin lo logró porque hizo muy pocos cambios, pero los demás gobiernos de la Concertación tuvieron que hacer muchos cambios y algunos muy profundos. Yo espero que nuestro equipo de gabinete tenga mayor estabilidad y sea más fecundo que los que conocimos en la última etapa de la Concertación.


-¿Con eso descarta un cambio en marzo?


-Un cambio de gabinete nunca se descarta y nunca se anuncia.


-¿Hay posibilidad de que integre a parlamentarios, o es una idea que desechó por completo?


-Sólo en situaciones muy excepcionales es conveniente la incorporación de parlamentarios a un gabinete.


“Club de presidenciables” y la posta a Hinzpeter


-Su ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, planteó una “nueva derecha”. ¿Qué es eso para usted? ¿Existe?


-Esto es una discusión semántica. Nosotros nos identificamos con la centroderecha, aun cuando los conceptos de izquierda y derecha han perdido mucho sentido. Nuestro sector va mucho más allá de los límites tradicionales de la derecha. Si bien mantiene el valor de la libertad, de la familia, de la responsabilidad, de la iniciativa individual, se ha acercado a valores que muchos piensan que estaban lejanos a la cultura de la centro derecha.


-Los que plantea Hinzpeter…


-Los que planteamos todos. El compromiso con derrotar la pobreza, con la protección del medio ambiente, con hacer justicia a nuestros pueblos originarios, el compromiso con tratar temas emergentes como la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, con mayor audacia.


-¿No es la plataforma política del ministro del Interior para sucederlo en la presidencia?


-Definitivamente, no. El ministro hizo una reflexión personal que, por lo demás, es muy coincidente con una reflexión que hacer el senador Pablo Longueira en un documento que acabo de leer y que también habla de una nueva derecha.


-¿No es desafortunado hablar de “nueva derecha” cuando usted, durante toda la campaña, se quiso alejar de la palabra “derecha”?


-Hoy las izquierdas y las derechas han aprendido de sus propios errores y han dejado atrás sus sombras y sus fantasmas. No me voy a quedar atrapado en los términos, lo importante es el contenido, que es una nueva mayoría social que nos permitió ganar las elecciones y que, manteniendo sus valores de siempre, ha incorporado un compromiso con nuevas prioridades.


-Con este planteamiento de la nueva derecha, más el rescate de los mineros, se le desató la carrera presidencial en su gabinete…


-Primero que todo, no se ha desatado la carrera presidencial en nuestro gabinete y si algún ministro piensa que su rol hoy es fortalecer su papel presidencial, no entiende el mandato que le entregamos al ser ministro. Una cosa muy distinta, y que me llena de satisfacción, es que muchos ministros, por el hecho de que lo están haciendo bien, sean muy apreciados por la opinión pública. Me alegro que en este gabinete haya muchas figuras y no solamente las que han emergido, porque hasta ahora se habla de Joaquín Lavín, Laurence Golborne y Rodrigo Hinzpeter. Hay muchos que van a emerger. Me llena de satisfacción que los ministros estén brillando, pero eso es totalmente distinto a pensar que tenemos una carrera presidencial dentro del gabinete. Eso no va a ocurrir hasta el momento oportuno.


-¿Es verdad que le tiró las orejas a Golborne, cuando estaban en Japón, porque figuraba mucho?


-Es parte del mito. Conversamos en Japón sobre los muy importantes temas que él tiene que enfrentar como ministro de Minería: atraer 40 mil millones de dólares de inversión al sector, sacar adelante la inversión de Codelco, modernizar Enap, crear una cultura de mayor respeto a la seguridad en el sector y muchas cosas más.


-¿Sólo sobre minería?


-No, porque él es ministro de Minería, pero también miembro del gobierno. Y por tanto conversamos, como lo hago con todos los ministros, de la evaluación del año 2010, de los objetivos para el 2011. Lo que sí le dije a Golborne –y se lo he dicho a todos los ministros– es que si tiene proyecciones políticas futuras, que son legítimas, el mejor camino es siendo buen ministro hoy y cumpliendo bien sus tareas.


-No fue un reto, entonces.


-Es todo lo contrario. Para mí sería una profunda decepción que ningún ministro estuviera hoy brillando. Lo que más quiere un presidente es que todos sus ministros sean bien evaluados, sean populares y tengan proyecciones futuras para cargos de mayor responsabilidad. A los que sí he retado es a aquellos que no han sido lo suficientemente eficaces en mostrar lo que están haciendo. En esta materia, el presidente es como un padre de familia: goza y se llena de emoción cuando ve que los ministros están siendo reconocidos. Y quiero dejar algo muy en claro: yo ya fui elegido presidente, por lo que no estoy en esa carrera. Mi responsabilidad hoy no es ser popular, sino ser un buen mandatario. Lograr los cambios que la sociedad chilena requiere. Si eso, al final es bien evaluado, va a traer popularidad.


-¿No es que tome sus decisiones según las encuestas?


-Todo lo contrario. Tomo muchas decisiones aun cuando sé que en el corto plazo son impopulares, pero sé también que son urgentes. Nosotros no fuimos elegidos para hacer sólo las cosas populares. Y la mejor forma de contribuir a que mi sucesor sea una persona de nuestra propia coalición es haciendo un buen gobierno, tomando decisiones difíciles haciendo las reformas. He dedicado los últimos 21 años de mi vida al servicio público, lo que requiere de mucho esfuerzo, sacrificio y renuncias. Pero la compensación es esa: saber que podemos cambiar la vida para mejor a millones de chilenos.


-¿Y eso lo tienen claro, cree usted, quienes ya piensan en 2013?


-Lo primero que trato de evaluar cuando veo a alguien que se le iluminan los ojos con las luces de la presidencia, es mirarlo a los ojos y preguntarle por qué y para qué quiere ser presidente. Eso es algo que los candidatos lo tienen claro o no lo tienen. Y cuando no lo tienen, no llegan a ninguna parte.


-¿Y lo tienen sus ministros presidenciables?


-Yo tengo una gran opinión de Golborne, Hinzpeter y Lavín. En lo humano y lo profesional. Han sido ministros eficientes, inteligentes, leales, sacrificados. Y tengo también una gran opinión de otros ministros que quizás se van a incorporar también a este club de los presidenciables. Y cuando eso ocurra, lejos de darme celos, me va a poner muy contento.


-¿Qué le pareció cuando el ministro Hinzpeter dijo en Capital que si bien Golborne era un gran ministro, no era justo que fuese el candidato sólo por rescatar a los mineros?


-El propio Rodrigo Hinzpeter ha aclarado un millón de veces esa frase. Lea la entrevista completa y se va a dar cuenta de lo que quería decir.


-Yo la escribí, presidente…


-(Se ríe). Déjeme decirle una palabra sobre Rodrigo Hinzpeter, porque se lo merece. Es sin duda el ministro que ha estado más cercano a mí en estos 20 años de lucha por llegar a la presidencia. Y es una persona que tiene muchas cualidades que yo aprecio y reconozco, además de la lealtad, la amistad, la inteligencia. Es una persona que tiene una verdadera vocación de servicio público, que no se encandila con las luces ni cae ante los cantos de sirena.  

-¿Es su delfín?

-No tengo delfín. Quien tenga la responsabilidad de representar a la Coalición por el Cambio en la próxima elección tiene que ganarse los galones en la cancha. Y yo veo que hay muchos que están haciendo méritos. Cuando converso con ellos, les digo que el mejor mérito que pueden hacer, si son ministros, es ser buenos ministros. Si son parlamentarios, ser buenos parlamentarios. Y aquel que empieza a ser candidato antes de tiempo, no solamente está dañando a su coalición, sino que está cavando su propia tumba.


-El senador Andrés Allamand, quien también está en la carrera, ha adoptado una actitud muy crítica hacia usted. ¿Cómo está la relación?


-El senador Allamand es un hombre libre, tiene carácter y no es una persona dócil ni sumisa. En algunos casos ha hecho críticas y está en su derecho, pero en la inmensa mayoría de los casos hemos recibido de su parte un gran respaldo y con ideas, argumentos, lo que es doblemente útil y meritorio.


No quería vender ni Chilevisión, ni Colo-colo y se demoró más de la cuenta en cumplir su promesa de vender Lan antes de asumir. Obstinado, decía que los conflictos de interés se podían regular... pero las críticas fueron incontrarrestables y terminó deshaciéndose de las empresas. La última –Colo Colo– hace sólo una semana.


-¿No habría sido mejor vender antes de asumir y evitar los ruidos que generó su participación empresarial?


-Es posible. Pero separemos la paja del trigo. En marzo de 2009, siendo candidato y sin que ninguna ley lo pidiera, decidí traspasar la inmensa mayoría de mis bienes e inversiones a fideicomisos ciegos, de los cuales no he tenido ninguna información. A pesar de quienes dirigen esas instituciones financieras son mis amigos –como Jorge Errázuriz, de Celfin–, nunca me han dicho una palabra ni yo les he pedido alguna información. Dije en ese entonces que el caso de LAN era especial porque tenía una relación muy profunda con la familia Cueto, pero que lo iba a vender. Y lo vendí. Dije que buscaría una fórmula para CHV y pensé en traspasarlo a una fundación sin fines de lucro. Finalmente decidí venderlo. Y dije que me quedaba con Colo-Colo, porque no es algo financiero, sino que es una pasión. Pero como uno no siempre hace lo que quiere, y después de evaluar circunstancias y algunas conductas muy pequeñas y miserables, decidí venderlo por salud mental y tranquilidad personal.

Entregar mis bienes en fideicomiso no tuvo un costo emocional, pero lo demás, sí. Y mucho. Pero vale la pena, porque estar sentado en esta silla significa muchas renuncias, pero se compensa con creces cuando al final del día uno hace un balance y has hecho cosas buenas para el país. Eso es lo que me hace levantarme todos los días con la mayor fuerza del mundo, a pesar de que la noche anterior me haya acostado cansado como perro.


-¿Se siente más libre hoy, después de no tener sus empresas?


-Siempre me he sentido muy libre para ser presidente. Nada más lejos de mis intenciones que pensar en intereses personales siendo presidente.


-¿Fue porfiado, entonces, al no vender antes de asumir?


-Le acabo de decir que no soy como la Edith Piaf, que no se arrepiente de nada. Si pudiera repetir la historia, habría hecho todo el proceso en forma más acelerada.


-¿Y cómo está su relación con el empresariado? Ni cuando era empresario era fácil.


-Soy un gran admirador de los empresarios chilenos. De la inmensa mayoría, porque hay algunos malos empresarios por los cuales no tengo ningún respeto. Y al comparar a los nuestros con otros de América latina, aumenta más mi aprecio por ellos. Primero, porque se quedaron en Chile y comprometidos con el país. Segundo, porque si bien muchos se han enriquecido, han seguido trabajando por sus empresas y por Chile, pudiendo estar navegando por el Mediterráneo. Tercero, porque han demostrado ser emprendedores y han sabido encontrar buenos mercados. Pero además porque, sin perjuicio de que defienden sus intereses particulares, siento que tienen un genuino compromiso con el bien común y con los destinos de Chile. El problema de Chile es la falta de empresarios. Se requiere mucha más capacidad de emprender, de innovar. Nos faltan más y mejores empresarios.


-¿Qué cree que los empresarios piensan de usted?


-Estoy muy consciente de que no soy monedita de oro. Algunos pensarán bien, otros no tanto. Pero espero que todos los empresarios bien intencionados reconozcan y comprendan que los que estamos en esto lo estamos haciendo por una sola razón: nuestro compromiso con Chile.


-Fueron muy críticos cuando usted les subió los impuestos, después de que pelearon 20 años para que la Concertación no lo hiciera. También, por su procedimiento para que no se instalara Barrancones.


-Cuando sufrimos un terremoto tan feroz como el que tuvimos, estimamos necesario financiar la reconstrucción y el programa de gobierno con múltiples fuentes, una de la cuales fue el incremento de un impuesto transitorio. Pero simultáneamente rebajamos muchos impuestos, por lo que si usted toma el conjunto de nuestra política tributaria, esta es pro innovación, pro emprendimiento.


-¿Y Barrancones, a pesar de ser una excepción, no fue populista?


-Yo soy un gran amante de la naturaleza y creo que de los lugares únicos en nuestro continente, están el complejo de Puntas de Choros y el parque Francisco Coloane, en el sur. Por eso siempre me pareció un tremendo error, teniendo más de 4 mil kilómetros de costa, ubicar una central justo ahí. Esta posición lo anticipé como candidato. Al mismo tiempo, tengo plena conciencia de que tenemos que duplicar nuestra capacidad de generación de energía y pasar de 13 mil a 26 mil megawatts. Para eso vamos a privilegiar las energías limpias, pero también vamos a requerir energía hidroeléctrica y termoeléctrica. Este gobierno respaldará todos los proyectos que contribuyan a duplicar la matriz energética, que cumplan con nuestra legislación medioambiental, y además estamos avanzando en la vía de capacitar al recurso humano y crear la institucionalidad necesaria para que en el futuro Chile pueda tomar decisión seria e informada en materia de energía nuclear.


-¿Y la central Castilla cumple con las normas?


-Eso lo determina la Corema. Además, estamos cambiando nuestra institucionalidad ambiental. El nuevo ministerio es mucho más eficiente, se crea la agencia de evaluación, la superintendencia, los tribunales ambientales, el servicio de parques y biodiversidad, o sea, un salto gigante en materia de protección del medio ambiente.


-¿Pero puede pasar de nuevo que un proyecto cumpla con todas las normas y usted diga “no va”?


-Le acabo de contar que para mí hay dos lugares que son únicos en el mundo: el parque Coloane y el complejo en Punta de Choros. Cuando la Conama aprobó ese proyecto yo tenía dos opciones. Una era no hacer nada y presenciar pasivamente cómo se destruía un patrimonio de la humanidad. La otra, era poner problemas y cortapisas. Decidí un camino distinto: a través de un amigo común (Juan Claro) le planteé a la más alta autoridad de esa empresa cuál era mi opinión. Ellos pidieron un plazo para pensarlo, y contestaron que estaban de acuerdo. He conversado muchas veces con el presidente de Suez, aquí en La Moneda y en la gira a París. Mucha gente dice que el presidente no debe hacer llamados telefónicos. Bueno, yo hago decenas de llamados telefónicos todos los días para buscar solucionar problemas y corregir errores.


-¿Y eso no es intervención?


-No. Porque cuando, por ejemplo, le pido a los empresarios que aporten al fondo de reconstrucción, estoy ejerciendo mi derecho de petición. Distinto es cuando uno abusa del cargo de presidente y se comporta como el Padrino que hace ofertas que son imposibles de rechazar.


-¿Y usted no ha abusado nunca?


-Hago enormes esfuerzos para no abusar de los enormes poderes que tiene en nuestro país el presidente de la República.


“¿Quién tiene derecho a determinar cuándo una vida es inviable?”
-¿Cómo caben en esta nueva derecha dos personas como Carlos Larraín, que es muy conservador, y la senadora Evelyn Matthei, que acaba de presentar un proyecto de aborto terapéutico?

-La centroderecha siempre ha sido una coalición que respeta muchos valores, como el valor de la vida, especialmente del que está por nacer. El valor de la justicia, de la igualdad de oportunidades, de la libertad, de la familia, pero además siento que hoy tiene una preocupación por temas que en el pasado quizás descuidamos.


-Y en esta defensa de la vida del que está por nacer, ¿qué pasa con el aborto terapéutico que plantea la senadora?


-Nuestro gobierno tiene una oposición de firma defensa de la vida especialmente del que está por nacer, por ser una criatura esencialmente inocente e indefensa. Ahora, entendemos bien que hay casos en que, buscando salvar la vida de la madre, a través de procedimientos terapéuticos, fármacos, o intervenciones, se puede poner en riesgo o incluso perder la vida del hijo. Y eso es legítimo porque la intención fue siempre salvar la vida de la madre, y la muerte del hijo es una consecuencia no deseada. Para mí eso no es aborto, sino lo contrario: usar la ciencia para salvar vidas.


-Y en el caso en que una guagua, por ejemplo, viene sin cerebro y no tiene ninguna posibilidad de vivir, ¿la madre tiene que esperar meses para tener ese hijo aun sabiendo que no va a sobrevivir?


-Entiendo que es un tema sensible, doloroso y que muchas personas sufren mucho cuando tienen que enfrentar ese tipo de situaciones. Pero como presidente de Chile tengo que pensar en los valores, principios, y el bien común. Yo me pregunto: ¿quién tiene derecho a determinar cuándo una vida es viable o inviable?


-La ciencia puede hacerlo.


-Yo creo que el único que tiene ese derecho es quien tiene el poder de crear la vida. Dios tiene el poder de crearla y él tiene derecho a quitarla. Todos sabemos que nos vamos a encontrar con la muerte, pero nadie sabe ni el día, ni la hora. Por lo tanto, esa línea de argumentación es muy peligrosa, porque se puede decir que un feto es inviable pero, ¿por qué no se puede decir entonces que un niño que ya nació, o un adulto, es inviable? Si la ciencia determina que va a morir, ¿nos da eso el derecho a anticipar el momento de su muerte? Como presidente tengo un compromiso con la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Esa es la posición que he tenido siempre y que voy a defender.

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