Cuidado con los productos que aseguran ser ecológicos sin fundamentos y con el único propósito de captar incautos. Conozca la letra chica.
En Estados Unidos, el término que está en el centro de la discusión ambiental es el de greenwashing. Es utilizado para designar una operación de marketing de empresas, gobiernos u ONGs para promocionar una imagen ecológica responsable, cuando en realidad gastan más dinero en publicidad ‘verde’ que en acciones reales a favor del medioambiente.
La agencia medioambiental TerraChoice ha elaborado un ranking con los 7 pecados del greenwashing, que se ha ido actualizando desde 2007. Y pese a que el ‘lavado de imagen verde’ ha ido disminuyendo con el tiempo, el 95% de los productos que estudiaron en 2010 comete alguna de estas artimañas. Ojo con ellas.
1. El oculto trade off: este pecado se comete cuando un producto es denominado ‘verde’ sobre la base de un conjunto de atributos excesivamente estrechos sin prestar atención a otros asuntos medioambientales importantes. Por ejemplo, el papel no es ambientalmente preferible solo porque proviene de un bosque sustentable. Hay otros problemas medioambientales en el proceso de fabricación de papel -como la energía, la emisión de gases, el uso de agua y la contaminación del aire- que pueden ser igual o más significativos.
2. La falta de pruebas: ocurre cuando un eslogan no puede ser comprobado en forma sencilla por información adicional o por certificaciones. El ejemplo más común son los productos de papel tissue. Los fabricantes aseguran altos porcentajes de reciclaje post-consumo sin entregar ninguna evidencia al respecto.
3. La vaguedad: es típico de un eslogan tan amplio que su real significado puede confundir a los consumidores. “100 % natural” es una buena ilustración. El arsénico, el uranio, el mercurio provienen de la naturaleza y son veneno. “Natural” no es necesariamente verde.
4. El pecado de la irrelevancia: ocurre cuando un eslogan puede ser veraz, pero no tiene ninguna relevancia, ni tampoco ayuda a los consumidores a elegir una alternativa amigable con el medioambiente. Una buena muestra de ello son los productos que se jactan de ser libres de CFC (clorofluorocarbonos), pero el CFC está prohibido por ley.
5. El mal menor: pese a que el eslogan puede ser cierto, son estrategias que distraen al consumidor acerca del real impacto medioambiental del producto en su categoría. Es lo que ocurre con los cigarrillos orgánicos o con los ultra eficientes utilitarios deportivos.
6. Mentir: anunciar que un producto es verde cuando en realidad no lo es. El ejemplo más común en EEUU son aquellos que aseguran tener el sello Energy Star (un programa norteamericano de protección medioambiental) cuando no lo tienen.
7. Etiquetas falsas: se comete cuando un producto, ya sea a través de palabras o imágenes, da la impresión de un apoyo de terceros, cuando en realidad ese soporte no existe.
Fuente: Capital