Hace algún tiempo apareció en los diarios la noticia de una “calculadora de carbono” que está siendo usada en el sector agrícola para medir la huella de carbono de los diferentes productos. Esto se suma a la campaña iniciada por el Ministerio de Medio Ambiente y la Municipalidad de Santiago para que los santiaguinos midamos cuánto carbono emitimos en nuestras actividades cotidianas a través de un aparato similar.
Ambas actividades están en la lógica, hasta ahora propia del comercio internacional, de conocer y manejar una información que se ha ido convirtiendo en un nuevo dato que consumidores y usuarios necesitamos para tomar decisiones de compra y producción. Saber cuántas emisiones de carbono genera un producto se está convirtiendo en algo tan importante como saber su precio y, sin duda, en parte de su valor.
Ya hemos hablado en artículos anteriores de la importancia que están teniendo retailers nacionales y extranjeros en motivar a las empresas chilenas a medir y verificar sus emisiones de carbono. Esto ya es una realidad para algunos proveedores de Wal Mart, Tesco y otros supermercados comprometidos con la reducción de emisiones por la vía de sus proveedores. Pero esa no es la única motivación que existe para agregar este nuevo precio. También ciertas legislaciones de países que son destino de nuestras exportaciones tienen impactos directos en estas determinaciones. Naciones como Francia, Reino Unido, Estados Unidos están incorporando legislaciones ambientales y en particular respecto de las emisiones de GEI más restrictivas para los productos de venta final que cruzan sus fronteras. Porque si bien en nuestro país no existe aún una legislación específica o algún impuesto vinculado a estas emisiones, las regulaciones de países receptores de exportaciones chilenas se convierten automáticamente en obligatorias para nuestros empresarios.
Por otro lado, algunas señales de lo que será la declaración del COP 16, efectuado en Cancún a inicios de diciembre, indican que la reducción de emisiones de GEI sigue siendo clave en la lucha contra el cambio climático y el desarrollo sustentable de los países para lo que es indispensable mejorar los patrones de producción y de consumo. Esto obliga a pensar en esquemas de reducción que afectarán no solo a los tradicionales sectores industriales naturalmente más sensibles sino también al comercio. Porque si bien en Chile estamos menos sensibilizados que consumidores de países desarrollados –el efecto precio sigue siendo un factor de peso en las decisiones de compra- las encuestas muestran que la brecha se reduce rápidamente y que las mayores tasas de crecimiento del ingreso debieran ser acompañadas por actitudes de compra a favor de productos menos contaminantes.
Ambas actividades están en la lógica, hasta ahora propia del comercio internacional, de conocer y manejar una información que se ha ido convirtiendo en un nuevo dato que consumidores y usuarios necesitamos para tomar decisiones de compra y producción. Saber cuántas emisiones de carbono genera un producto se está convirtiendo en algo tan importante como saber su precio y, sin duda, en parte de su valor.
Ya hemos hablado en artículos anteriores de la importancia que están teniendo retailers nacionales y extranjeros en motivar a las empresas chilenas a medir y verificar sus emisiones de carbono. Esto ya es una realidad para algunos proveedores de Wal Mart, Tesco y otros supermercados comprometidos con la reducción de emisiones por la vía de sus proveedores. Pero esa no es la única motivación que existe para agregar este nuevo precio. También ciertas legislaciones de países que son destino de nuestras exportaciones tienen impactos directos en estas determinaciones. Naciones como Francia, Reino Unido, Estados Unidos están incorporando legislaciones ambientales y en particular respecto de las emisiones de GEI más restrictivas para los productos de venta final que cruzan sus fronteras. Porque si bien en nuestro país no existe aún una legislación específica o algún impuesto vinculado a estas emisiones, las regulaciones de países receptores de exportaciones chilenas se convierten automáticamente en obligatorias para nuestros empresarios.
Por otro lado, algunas señales de lo que será la declaración del COP 16, efectuado en Cancún a inicios de diciembre, indican que la reducción de emisiones de GEI sigue siendo clave en la lucha contra el cambio climático y el desarrollo sustentable de los países para lo que es indispensable mejorar los patrones de producción y de consumo. Esto obliga a pensar en esquemas de reducción que afectarán no solo a los tradicionales sectores industriales naturalmente más sensibles sino también al comercio. Porque si bien en Chile estamos menos sensibilizados que consumidores de países desarrollados –el efecto precio sigue siendo un factor de peso en las decisiones de compra- las encuestas muestran que la brecha se reduce rápidamente y que las mayores tasas de crecimiento del ingreso debieran ser acompañadas por actitudes de compra a favor de productos menos contaminantes.
Lo anterior nos lleva a pensar en un comercio internacional más intenso y exigente en la medición del carbono pero también en una actividad comercial al interior del país que crecientemente incorpore este “nuevo precio” a la hora de tomar sus decisiones de compra.
Fuente: Columna publicada en el diario La Segunda