Fue en noviembre pasado cuando se dio a conocer la recuperación del ADN nuclear de un mamut, extinguido hace 3.500 años. Había sido recuperado de un fósil congelado en Siberia. Los científicos son conscientes de que es imposible crear vida cuando lo que se tiene del genoma está en un archivo informático, pero no se puede asegurar que dentro de unos años, con alguna técnica nueva, no se pueda conseguir.
Lo que es evidente es que no todas las especies extinguidas se podrán recuperar. Un hipotético Parque Jurásico de dinosaurios no será posible porque el ADN no puede preservarse más de un millón de años. De hecho, las secuencias localizadas son muy escasas y en la mayoría de los casos, además, están contaminadas con material genético de otros seres vivos. La revista New Scientist ha seleccionado 10 especies que podrían ser candidatas a revivir en la Tierra porque parte de su ADN ya ha sido secuenciado.
UNA DECENA DE 'MILAGROS'
- Neandertal. Estos parientes humanos desaparecieron de la Tierra hace 25.000 años y la secuenciación completa de su genoma es una de las noticias más esperadas para este año. Svante Pääbo, uno de los responsables del proyecto internacional, considera «ridícula» la idea de poder resucitar a los neandertales, en cuyo hipotético caso sería una mujer actual la candidata idónea para ser la madre sustituta. De hecho, no se descarta que alguna vez ambas especies se cruzaran, aunque sus descendientes no han dejado huella genética en nuestro ADN. En todo caso, el objetivo de este proyecto, recalca Pääbo, es profundizar en las diferencias y semejanzas que tuvieron con nosotros.
- Tigre de diente de sable. El Smilodon fatalis fue el felino más grande de todos los tiempos. Desapareció hace 11.000 años, al final del Pleistoceno; se cree que debido al cambio climático, aunque la puntilla se la habrían dado los humanos. Los ejemplares mejor conservados se han encontrado en La Brea, en Los Ángeles, en unos agujeros de alquitrán de los que no ha sido fácil extraer el ADN. De momento hay muy poco recuperado, pero algunos expertos confían en obtener su genoma. En ese caso, una leona podría ser la donante del óvulo y su madre sustituta.
- Oso de cara corta. Los Arctodus simus fueron los mayores carnívoros terrestres de la Edad de Hielo. También desaparecieron hace 11.000 años, en la última gran extinción. Ya se ha recuperado parte de su ADN y se sabe que hay ejemplares congelados en Siberia, por lo que se confía en conseguir más material. Sus parientes más cercanos son osos de América del Sur, aunque son mucho más pequeños.
- Tigre de Tasmania. El último Thylacinus cynocephalus, un lobo marsupial, murió en un zoo en 1936. Afortunadamente se guardaron sus tejidos, lo que ha permitido recuperar su ADN. En 2008, científicos de Australia y EE.UU. insertaron parte de este material genético en un ratón, dentro de un experimento para ver si se activaba algún gen, como así ocurrió. Con esta especie, una hembra del diablo de Tasmania bien podría ejercer de madre de una cría. Se supo, con el estudio de ADN de pelos de varios ejemplares, que su diversidad genética era muy escasa, lo que pudo precipitar su extinción.
- Gliptodonte. Como el oso y el tigre, el gliptodonte dejó de pasear su inmenso caparazón, (media cerca de tres metros) por América del Sur hace 11.000 años. De momento no se han encontrado ejemplares congelados ni en cuevas, por lo que no se tiene el suficiente ADN de la especie. Pero los expertos no pierden la esperanza. Aún así, resucitarla no sería fácil porque la especie más parecida genéticamente es el armadillo gigante, más pequeño.
- Rinoceronte lanudo. Fue una especie de espeso pelo lanudo que durante el Pleistoceno habitó las frías estepas de Eurasia y dejó de existir hace unos 8.000 años. Como vivió en Siberia, hay muchos rinocerontes lanudos (Coelodonta antiquitatis) congelados de los que se puede extraer ADN.
- Dodo. Fue un ave no voladora cuya distribución estaba restringida a las Islas Mauricio, en el océano Índico. Desapareció a finales del siglo XVII debido a la caza y el saqueo de sus nidos por parte de los navegantes. Es un ejemplo ampliamente utilizado en la literatura biológica sobre la pérdida de especies causada sin ningún género de dudas por el hombre. Hace seis años, genetistas de Oxford secuenciaron fragmentos de ADN mitocondrial del ejemplar disecado y conservado en un museo. Beth Shapiro, autor de este trabajo, sigue buscando más material genético del dodo, que quizás podría resucitar con ayuda de las palomas.
- Perezoso gigante. Hace 8.000 años aproximadamente que dejó de existir este mamífero de cuatro toneladas de peso, conocido como Megaterio y que habitó en América hasta el final de la última glaciación. En los últimos años, los científicos han logrado recuperar bastante ADN de los pelos y de estiércol fosilizado desde hace 30.000 años. Hendrik Poinar, de Canadá, está convencido de que se conseguirá su genoma. El problema es que su pariente más cercano, el perezoso arborícola, es un enano a su lado.
- Moa. Los dinornítidos o moas eran aves no voladoras que vivían en Nueva Zelanda. Entre el año 900 y el 1400 se extinguieron por la caza intensiva de los maoríes. Es otro caso bien documentado de extinciones por causa humana. El gigantesco pájaro no sobrevivió a la llegada de los primeros pobladores humanos. La buena noticia es que se ha encontrado mucho ADN de huesos y huevos bien conservados en cuevas, lo que permitirá revelar su genoma. Claro que las moas pesaban 250 kilos y medían hasta tres metros. La única especie similar son los avestruces.
- Alce irlandés. Este ciervo gigante vivió hasta hace 7.700 años en Eurasia. Desde el final de las glaciaciones su número disminuyó y dejaron de verse sus cuernos de cuatro metros. Lograr ADN suficiente para reconstruir su genoma no sería difícil, pero sí resucitarlo porque su pariente cercano, el ciervo, es muy pequeño.