"Cualquier veterinario sabe que no debe echarse un cigarrito cerca de una vaca. Cada año, los enrevesados estómagos de los rumiantes emiten, en forma de ventosidades y, sobre todo, de eructos, unos 900.000 millones de toneladas de metano, el mismo gas que forma atmósferas explosivas en las minas de carbón y los mineros conocen como grisú. Una vaca es inflamable, como una bombona de butano"
Pero más allá de suponer un riesgo profesional para los médicos de los animales, el metano tiene otra cara más peligrosa. Produce un efecto invernadero, responsable del calentamiento global, unas 23 veces más potente que el CO2. Según un informe publicado en 2006 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el sector ganadero da de comer a 1.300 millones de personas en el mundo, pero, al mismo tiempo, genera más emisiones de efecto invernadero que el sector transporte, si se incluye su papel en la deforestación de las selvas tropicales. Las vacas, con su cara bobalicona y su mirada inocente, están perjudicando seriamente la salud del planeta.
Científicos de todo el mundo han comenzado una carrera con el objetivo de reducir las emisiones del ganado. Recorren diferentes vías, pero su meta es la misma: crear una especie de vaca Prius, similar, por su carácter pionero, al modelo de automóvil de Toyota que provocó una pequeña revolución en el sector del transporte por su menor producción de CO2.
MENOS METANO, MÁS LECHE
Hay mucho dinero en juego. Las grandes multinacionales de nutrición animal demandan desde hace tres años un ingrediente milagroso que baje drásticamente las emisiones de metano. Y no lo hacen por filantropía. Al disminuir las emanaciones de este gas, la energía que se gastaba para producirlo en el interior del estómago de los rumiantes se destina al desarrollo del animal. Menos metano significa más leche y más carne.
Los investigadores europeos han tomado la delantera. El 1 de enero de 2006, la UE prohibió el uso de antibióticos como promotores del crecimiento del ganado, para evitar que el abuso de medicamentos generase bacterias resistentes en las granjas que luego pudieran saltar al ser humano. Los antibióticos, permitidos en EE.UU., aumentaban la producción de los animales y, al eliminar un porcentaje de las bacterias del rumen, bajaban de rebote la emisión de metano. Desde entonces, las empresas europeas han acelerado su búsqueda de un sustituto natural de los antibióticos prohibidos, como la monensina.
FORRAJE SAZONADO CON AJO
El veterinario David Yáñez, de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC), en Granada, lleva cuatro años persiguiendo un ingrediente que, añadido a la dieta de los rumiantes, recorte sus emisiones de metano. Su trabajo empieza a dar frutos. Su equipo ha conseguido reducir un 30% la expulsión del gas en cabras incorporando mínimas cantidades de extracto de ajo en su dieta. Su laboratorio parece un restaurante mediterráneo: han probado a sazonar el forraje con albahaca, canela, orégano y tomillo. Pero ninguno ha funcionado tan bien como el ajo, cuyas propiedades antibacterianas se conocen, al menos, desde la Edad Media.
"Hay muchas empresas internacionales que están intentado encontrar el compuesto mágico. Nosotros, de momento, hemos tenido éxito in vitro con derivados del ajo, pero habrá que comprobar su eficacia en los animales", resume Yáñez. El investigador del CSIC colabora con la multinacional suiza DSM, que en 2006 vendió 2.000 millones de euros en aditivos para la alimentación humana y animal, en la búsqueda del ganado bajo en emisiones. Pero también recibe dinero público. El Ministerio de Ciencia e Innovación ha puesto 120.000 euros para allanar el camino hacia la vaca Prius. Este acelerón en la investigación permitirá, según el veterinario, que los aditivos basados en el ajo lleguen al mercado alrededor de 2012.
A pesar del interés público y privado, Yáñez es realista. "En la persecución del ingrediente que recorte las emisiones de metano hay un interés medioambiental, como medida contra el cambio climático, pero es cierto que también es una estrategia de mercado para vender más. Lo que más interesa es aumentar la producción del ganado", admite. Además, opina, "habría que utilizar el aditivo de manera generalizada en todo el mundo para que se notaran sus efectos contra el calentamiento global".
La veterinaria María José Ranilla, que coordina un proyecto similar al de Yáñez en la Universidad de León, comparte su pesimismo. "Conseguir bajar las emisiones del ganado tendría un efecto más mediático que real. Si se logra, su contribución global sería pequeña", vaticina.
El primer obstáculo, a su juicio, estaría en la propia granja. "Es difícil convencer a un ganadero de algo que a lo mejor no es rentable económicamente de manera inmediata", asegura.
Su equipo ha estudiado condimentos similares a los empleados en la Estación Experimental del Zaidín, pero en ovejas, logrando un descenso de entre el 10% y el 20% en las emisiones de metano. "Los derivados del ajo son muy prometedores in vitro, pero hay que demostrar que provocan el mismo efecto en los animales", explica.
CUMBRE CIENTÍFICA
La competencia, asegura, es cada vez más feroz. "Cada vez hay más científicos que intentan profundizar en la caja negra que es el rumen, para intentar que la energía no se desaproveche en la producción de metano", matiza.
A mediados de octubre, Ranilla coordinará una cumbre científica, organizada por la Universidad de León y la FAO, sobre los desafíos en el sector caprino y ovino. Y una de las sesiones se centrará en la relación entre el ganado y el calentamiento global. Los ingredientes ecológicos que se discutirán en la reunión tienen una característica común: son muy baratos. Sin embargo, la situación puede cambiar en el futuro. "Cuando una marca comercial se interesa por un aditivo puede subir su precio, aunque sea muy barato en el origen", advierte Ranilla.
Sea para aumentar el alimento disponible o para aminorar la velocidad del calentamiento global, los científicos disponen de poco tiempo. Según la FAO, la producción de carne y leche se duplicará entre 2000 y 2050. Los 9.200 millones de habitantes del planeta necesitarán, entonces, casi 500 millones de toneladas de carne y 1.000 millones de leche. Más vacas, ovejas y cabras, aunque se disparen las emisiones de metano.
Fuente: http://www.publico.es/