Suena el despertador a las siete de la mañana. Hay que levantar a los
niños, desayunar rápido y salir corriendo. A las nueve se llega al
trabajo y a las dos toca la pausa de un par de horas para comer. Y a
resistir hasta las siete, las ocho o… hasta que el jefe salga por la
puerta. Y, al día siguiente, vuelta a empezar. Este es el maratón laboral
de muchas personas. Según la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo (OCDE), los españoles trabajaron una media de 1.690 horas en
el 2011. Menos que en países como Grecia (2.032) o Hungría (1.980), pero
más que en la mayoría de los países europeos considerados un modelo en
materia de organización laboral, como Alemania (1.413), Dinamarca
(1.522) u Holanda (1.379). En España se trabaja muchas horas, pero estas
son menos productivas que en los países europeos más avanzados. Como
indica Eurostat (la oficina estadística de la Unión Europea), la
productividad por hora de los españoles es de 107,1 puntos. Algo por
encima de los 100 puntos de media de la UE, aunque lejos de los 124,8
puntos de Alemania o los 132,5 de Bélgica.
¿Por qué los españoles trabajan 277 horas más que los alemanes pero son menos productivos? En buena parte, porque los horarios laborales
no son los más adecuados para facilitar el rendimiento. En general, se
empieza a trabajar algo más tarde que en muchos países del entorno, se
para demasiado tiempo para comer y se prolonga la jornada en exceso.
Como señala Nuria Chinchilla, profesora del Iese, la escuela de
dirección de empresas de la Universidad de Navarra, “nos regimos por lo
que yo llamo el ‘horario religioso’: entras cuando Dios manda y sales
cuando Dios quiere”. El tradicional presentismo laboral,
consistente en permanecer en el puesto de trabajo las horas que haga
falta para dar la impresión de que se está implicado con la empresa,
aunque se rinda a medio gas, es un hábito que no acaba de desaparecer.
“Hay quien deja la chaqueta en la silla para simular que está en la
oficina. Muchos empleados, y muchos jefes, creen que el que pasa más
tiempo en la empresa está más comprometido. Pero si estás muchas horas,
te cansas más, eres menos creativo, te quemas y pierdes salud. Trabajas
más tiempo pero rindes menos”. Aunque hay presentistas por convicción y
presentistas por obligación, cuyos jefes tuercen el gesto si los
empleados salen de la empresa, a su juicio, demasiado pronto. “El
problema del presentismo es que te concentras menos porque sabes que
tienes que aguantar muchas horas –añade Nuria Chinchilla–. El trabajo se
dilata en función del tiempo del que dispongas para llevarlo a cabo. Si
tienes 50 minutos para realizar una tarea, dedicas 50 minutos. Si
tienes 20 minutos, acabas en 20”.
Ella es una de las personas que
están peleando para que los horarios laborales españoles sean más
racionales y faciliten el rendimiento. Como Ignacio Buqueras, empresario
y presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los
Horarios Españoles (Arhoe), que también denuncia que aún se valora estar
muchas horas en la empresa. “En otros países dirían de un trabajador
presentista que no sabe organizarse y que además descuida a la familia”.
Spain is different
si echamos un vistazo a los horarios de los vecinos ricos. En Alemania,
Bélgica o Suecia, empiezan a trabajar antes y acaban hacia las cuatro y
media o las cinco de la tarde. La pausa para comer es de entre 30 y 60
minutos. Mientras que en España esta puede llegar a las dos horas, lo
que obliga a salir más tarde del trabajo. El hecho de ir a
contracorriente en cuanto a horarios laborales dificulta hacer negocios a
escala internacional. “Muchas personas de otros países dicen que cuando
llaman a España a primera hora de la tarde aún estamos comiendo y que
cuando les llamamos a las seis de la tarde ellos ya se han ido –apunta
Ignacio Buqueras–. En Bruselas, a las cinco y media ya no trabaja nadie.
El otro día estuve con españoles que residen allí y alucinan con los
horarios españoles”. Incluso el presidente de la Cámara de Comercio
Americana en España ha criticado los horarios laborales españoles por ser demasiado prolongados e improductivos.
¿Cómo
habría que modificar los horarios para rendir más en el trabajo? No
todo el mundo puede realizar el mismo tipo de jornada, ya que hay
personas que deben hacer turnos o trabajar de noche, como médicos,
taxistas o empleados de muchas fábricas. Pero, según Buqueras, “la gran
mayoría de los trabajadores podrían empezar entre las siete y media y
las nueve de la mañana y acabar entre las cuatro y media y las seis. Y
con 45 minutos para una comida ligera es más que suficiente. Así se
rinde mejor por la tarde”.
Antonio Montañés, catedrático de Economía de la Universidad de Zaragoza y autor del estudio Tipos de jornada y productividad del trabajo,
centrado en Aragón, defiende las ventajas de la jornada continua con
respecto a la jornada partida por una hora y media o dos horas para
comer. “Aunque, con cierta cautela, los resultados del estudio se pueden
extrapolar a la economía del conjunto de España. Y hemos visto que, con
la jornada continua, la productividad crece un 6,5% con respecto a la jornada partida.
Y ese aumento llega al 9% en el sector servicios”. En este sector se
incluyen subsectores como finanzas, comercio, hostelería, ocio, sanidad,
educación, administraciones públicas… “Más o menos el 60% de la
economía española”. En cambio, según la Encuesta Nacional de Condiciones
de Trabajo del 2011, cuatro de cada diez trabajadores tiene jornada de
trabajo partida.
Otro de los factores que ayudaría a rendir mejor
es la flexibilidad para organizarse el propio horario. En muchas
empresas, no es necesario que todos los empleados lleguen y se vayan a
la misma hora. Basta con que coincidan una cantidad mínima de horas.
Como explica Ignacio Buqueras, “si el trabajador sabe que puede elegir
su horario, se organiza mejor las tareas y rinde más. Quizás a uno le
gusta ir al gimnasio por la mañana y entrar más tarde a trabajar. Así
rinde mejor. Y otro prefiere entrar lo antes posible para salir pronto y
disponer de la tarde libre”.
Pero, para que la flexibilidad
horaria se traduzca en un mejor rendimiento, habría que potenciar el
trabajo por objetivos y desterrar el mal hábito de hacer más horas que
un reloj. “Trabajando por objetivos te concentras en lo que tienes que
hacer, no en estar diez horas”, opina Nuria Chinchilla. Para ello, sería
necesario planificar regularmente cuáles son los objetivos que cumplir.
“Es importante que el trabajador se pueda implicar en decidirlos, para
que sienta que son posibles –señala Toni Ferrer, secretario de Acción
Sindical de UGT–. Y hay que invertir en dotación tecnológica. Por
ejemplo, para que quien lo desee pueda trabajar desde casa gracias a que
la empresa cuenta con la tecnología adecuada y los empleados tienen la
formación necesaria”. De este modo, aún se tiene más libertad para
organizarse la jornada laboral y es más fácil conciliar vida personal y
profesional. Quizás una persona con niños prefiere trabajar cinco o seis
horas por la mañana y un par de horas por la noche, cuando ya los tiene
en la cama. Nuria Chinchilla comenta que “las empresas que facilitan la
conciliación laboral y familiar son un 19% más productivas que las empresas que la dificultan”.
El
horario que permite rendir más es el que se puede organizar el
trabajador, dentro de los límites lógicos que marca la actividad de la
empresa. Aunque no es aconsejable eternizar la jornada, porque, en
general, por la mañana se tiene más energía que por la tarde. Además, es
necesario hacer pausas, y la jornada no debería pasar de las ocho horas diarias.
De este modo, aún quedan dos tercios del día para la vida personal y el
descanso. “Un trabajador contento con su horario, y descansado porque
no trabaja una cantidad excesiva de tiempo, es más productivo”, defiende
Toni Ferrer. Y, como afirma Antonio Montañés, “cuando uno está
satisfecho con su horario laboral, hay menos riesgo de absentismo”.
En
los últimos años, cada vez más empresas han apostado por más libertad
de horarios. “Pero aún buena parte de los empresarios sigue pensando que
alargar la jornada laboral es lo que aumenta la productividad –dice
Toni Ferrer–. Cuando los países más productivos son los
que tienen horarios más racionales, concilian más, prolongan menos la
jornada…”. Según una encuesta de la empresa de recursos humanos
Randstad, en el 2010 el 45% de los empleados reconocía quedarse en el
trabajo más tiempo del necesario. En el 2012, este porcentaje subió al
85%. “Se intenta aumentar la productividad a costa de que los empleados
echen horas”, denuncia Toni Ferrer.
Aunque el problema de las
jornadas laborales va más allá de la hora a la que se ficha. Para Nuria
Chinchilla, “vivimos en un constante jet lag porque no estamos en el
huso horario que nos corresponde”. España se regía por el huso horario
del meridiano de Greenwich, que pasa por Aragón y la Comunidad
Valenciana. Pero, en plena Segunda Guerra Mundial, Franco decidió
adelantar el reloj una hora para alinearlo con la hora de Alemania. Y
así se quedó. Por eso, la asociación Arhoe plantea la vuelta a
Greenwich. Una propuesta que también sopesa una subcomisión del Congreso
de los Diputados para el estudio de la racionalización de los horarios.
Y que defiende Nuria Chinchilla, “porque ahora comemos a las dos según
la hora oficial, pero a la una según la hora solar. Si retrasamos la
hora y volvemos a Greenwich, ambas coincidirían, lo que nos ayudaría a
racionalizar. Podríamos empezar a trabajar antes, comer a la una, volver
al trabajo como tarde a las dos, y salir a las cinco. En realidad,
antes de la guerra se comía a la una. Pero en la posguerra mucha gente
estaba pluriempleada. Acababa un trabajo a las tres, comía, y luego
empezaba otra jornada en otro trabajo. Este factor, más no haber
regresado a Greenwich, es el origen de que se coma más tarde que en
otros países”.
En opinión de Buqueras, es necesario cambiar
muchas cosas aparte de los horarios para mejorar el rendimiento en el
trabajo. “Si queremos empezar a trabajar antes, no tiene sentido que los
programas de más éxito de la televisión acaben a la una de la mañana”.
Los españoles duermen de media una hora menos que otros ciudadanos
europeos porque cenan y se van a la cama más tarde. Así que inician la
jornada laboral más cansados. “Y tendríamos que mejorar nuestra
puntualidad, los colegios deberían empezar más pronto, la segunda
función del teatro debería ser a las ocho, las tiendas deberían cerrar
antes… Sería necesario firmar un pacto nacional entre partidos
políticos, empresas, sindicatos, televisiones…”. Modificar hábitos que
definen el estilo de vida de muchas personas, su manera de organizarse el tiempo,
de trabajar, de disfrutar de la vida. Aunque muchos expertos aseguran
que adelantar la hora y racionalizar los horarios nos ayudaría a mejorar
la productividad. Algo fundamental en estos tiempos de crisis. “Los
cambios siempre cuestan al principio –señala Nuria Chinchilla–, pero son
necesarios”.