La "exportación de abuelas": un fenómeno creciente entre los jubilados de Alemania
Hacerse mayor en Alemania está empezando a ser prohibitivo. Tanto para las familias de los ancianos como para los propios jubilados se hace cada vez más difícil asumir el coste de una residencia o de un cuidador a domicilio. ¿La solución? Salir de Alemania. La "exportación de abuelas", como han acuñado el fenómeno en los medios germanos, está la orden del día.
Con un precio medio de 3.250 euros al mes, la tarifa de las residencias de ancianos en Alemania se presenta difícil de cubrir incluso para aquellos abuelos que cuentan con ahorros además de con una pensión estatal. Según una encuesta elaborada el pasado mes de marzo por TNS Emni, uno de cada cinco germanos están ahora dispuestos a considerar la opción de salir del país para su retiro.
Y el destino predilecto es, por el momento, la vecina Polonia. De acuerdo con los datos recopilados por Bloomberg, allí hay residencias cuyo precio medio ronda los 1.200 euros mensuales.
Pero los ciudadanos alemanes no solo evalúan el precio. Los servicios y cuidados ofrecidos por los establecimientos polacos son en muchos casos mejores de los que proporcionan sus homólogos alemanes.
"Por casi un tercio de lo que pagaba en Alemania, Sonja vive en una centenaria villa de lujo restaurada donde disfruta de buenas comidas, atención las 24 horas del día y terapia física intensiva", cuenta la agencia de noticias financieras. Se trata del caso de Sonja Miskulin, una alemana de 94 años afectada de demencia senil a quien su hija ha decidido trasladar a una residencia de Polonia recientemente.
Las ayudas que concede el Gobierno alemán descienden cuando el cuidado del anciano se realiza fuera del país a unos 700 euros, menos de la mitad del máximo que se puede percibir dentro de Alemania, pero una cantidad más que suficiente para para cubrir los gastos de la residencia polaca junto con la pensión y los posibles ahorros.
"¿Para qué quedarse?"
"He trabajado muy duro para tener lo que tengo", explica Ingrid Fetz, una jubilada de 74 años dispuesta a marcharse después de hacer cuentas. "Me rompería el corazón tener que entregar mi casa a una residencia, así que pensé, ¿por qué tengo que quedarme en Alemania?", añade.
"Solo puedo decir, hijos, cuando vuestros padres se hagan mayores, llevadlos a Polonia", declara la hija de Sonja Miskulin, que atendió a su madre en casa hasta que su enfermedad lo hizo imposible y que ahora debe conducir nueve horas para verla.
Este convencimiento, expresado a través de estos casos concretos, es creciente. El número de familias que afirma que el traslado es la única opción para dar un retiro barato y de calidad a sus parientes está empezando a ser tan generalizado que los medios germanos ya se hacen eco de la tendencia, a la que han denominado la "exportación de abuelas". A la vez, el principal diario de Munich habla de "colonialismo gerontológico".
Mientras, en Polonia acogen de buen grado a los nuevos inquilinos. Residencias como la que acoge a la señora Miskulin aseguran que pronto la mitad de sus clientes serán de Alemania y crece el número de establecimientos donde se habla alemán e incluso se ofrecen en el menú comidas típicas alemanas.