Un verdadero caballero debe tener un sexto sentido al elegir el nudo
de la corbata. Podrá parecer baladí, pero se trata de todo un arte, dado
que se ha de valorar su material, el cuello de la camisa donde se
engarza y el tipo de cita a la que se acude. Asimismo, se debe poseer la
destreza suficiente para ejecutar las distintas variantes
impecablemente y conocer las diferencias entre cada estilo.
En la mesura y el equilibrio siempre estará la clave. Si el material de la corbata o su forro la hacen gruesa al tacto, siempre se debe optar por un nudo sencillo
cuya elaboración no añada volumen extra. Mientras que una corbata
ligera exigirá una técnica más elaborada que compense la falta de grosor
del tejido.
Y cuando se pasa a valorar el cuello de la camisa, hay que tener en cuenta el ángulo del mismo:
inglés o turndown collar, italiano o cutaway collar, americano o
Windsor, abotonado o pin collar. Una elección errónea hará que el nudo
cuelgue o estalle, resultando ridículo.
El nudo Windsor
El nudo más formal y elegante es el Windsor,
simétrico, de forma triangular y especial sabor inglés. Se lleva con
cuellos muy separados como el italiano. Es voluminoso puesto que es el
que más vueltas requiere en su confección y, por ello, exige una corbata fina para evitar excesivo volumen y lo bastante larga para que no quede corta, un detalle que muchas veces se olvida.
El reto de este nudo radica en conseguir la perfecta simetría,
lo que difícilmente se logrará a la primera. Perfeccionada la lazada,
se obtendrá como efecto visual un cuello más corto. Menos estirado es el
Medio Windsor y precisa menos maña, pero sirve también para ocasiones
especiales (ojo con que no quede ladeado).
El Windsor no es aristocrático
La leyenda de que este nudo es llamado así en honor al duque de Windsor no puede ser más incierta, pues el consorte británico gustaba del four-in-hand,
nudo simple o americano. Este es el gran clásico y el más utilizado por
su versatilidad. En Estados Unidos es común encontrarlo con cuellos de
botones y es un nudo ideal para corbatas gruesas; debe confeccionarse
suavemente, sin tensiones.
Se llama four-in-hand (cuatro en mano) porque lo usaron inicialmente los conductores de carrozas, que tenían que manejar las riendas de cuatro caballos
a la vez y necesitaban que sus corbatas no se volaran con el viento y
tampoco entorpecieran sus maniobras. Perfecto para los cuellos cerrados,
aunque resulta un buen comodín para otras camisas. Si se le añade un
segundo pase encaja con los cuellos italianos y corbatas finas, al igual
que el Windsor pero sin su complicada elaboración.
No es una ciencia exacta
Para muchos, sus nociones de taxonomía de nudos de corbatas acaban aquí, pero la materia dista mucho de ser una ciencia exacta,
pues perviven otras lazadas, menos usuales, pero igualmente útiles. Si
se busca reducir al máximo el grosor se puede recurrir a un nudo
pequeño, que se reserva para corbatas gruesas y cuellos ajustados. Se
consigue dando un giro de 180 grados a la parte de la tela del lado
derecho anterior al nudo.
El diagonal se recomienda para corbatas de cachemir; la elegancia es una de las características del nudo cruzado,
que crea un dibujo en equis, pero su distinción va pareja a la
complicación que requiere armarlo; el shelby luce un ancho parecido al
Windsor; el Pratt, creado por Jerry Pratt, fue muy popular en los
ochenta; el nudo Ascot es más bien una lazada, poco común en España; y el nudo de pañuelo se coloca bajo la camisa abierta en ocasiones informales.
Todo un arte
Se
confirma así que hacerse el nudo de la corbata es todo un arte, al que
muchos le han dedicado una buena parte de su tiempo. El gran Aristóteles Onassis tenía el suyo propio, cuya forma se afianzaba con una pinza diseñada al efecto por detrás de la corbata.
Podríamos
caer en la tentación, no obstante, de decir que las posibilidades son
infinitas. Entonces entraríamos en contradicción con el modelo
matemático creado por Thomas Fink y Yong Mao y publicado en la revista
Nature.
85 nudos posibles
La fórmula de esta pareja -más tarde autores de un libro sobre la materia con cierto éxito de ventas- limita a 85 el número de nudos de corbata que el hombre es capaz de hacer.
Un disparate. Este trabajo bien les podría haber valido uno de los
premios Ig Nobel, organizados por la revista de humor científica Annals
of Improbable Research para reconocer los trabajos científicos más
absurdos o inútiles.
Desde luego, pueden ser muchos más los tipos
de nudos, aunque mejor atengámonos a los ya establecidos (a menos que
se sea armador de barcos).
Historia de la corbata
El origen de la corbata no está claro, pero rastreando a través de los siglos, ya en el año 200 a. C. se encuentran en algunos de los guerreros en terracota del Mausoleo del Primer Emperador Qin cuellos adornados con pañuelos anudados como corbatas.
Más adelante, los oradores romanos del Imperio las portaban para proteger sus preciadas cuerdas vocales, aunque su versión actual haya perdido esa vertiente práctica.
Su precedente más cercano: la croatta
La verdadera corbata parece que nace en la segunda mitad del siglo XVII,
con la llegada a Francia de un regimiento de mercenarios croatas. En su
traje tradicional incorporaban un trozo de tela blanca llamado
hravatska que se anudaba formando una rosita y dejando colgar las
extremidades por encima del pecho.
Pronto se la denominó la croatta dado el furor que causó entre los franceses, que no sólo la adoptaron como propia sino que se encargaron de difundirla por todo el mundo.
En el siglo XIX, Lord Brummel aportó en el Reino Unido la innovación de aplicarle almidón
para dotarla de rigidez. Este caballero inglés se hacía asistir de dos
ayudas de cámara para anudarse su corbata, ya que en aquellos momentos
de máxima sofisticación, en los que había más de cien formas distintas
de anudarla -contra- diciendo de nuevo el modelo matemático de Fink y
Mao-, se conseguían efectos tan sólidos que llegaban a inmovilizar la
cabeza de su portador.
Tres partes de tela
La actual forma que conocemos de este complemento se definió en 1924
y su artífice es Jesse Langsdorf, que dio en Nueva York con la técnica
de corte que implicaba el menor desperdicio de tela posible.
Consistía en un patrón en tres partes que él mismo patentó. A partir de entonces, las variaciones han sido mínimas, tan sólo en diseño y materiales,
así como en la anchura, que ha oscilado dependiendo de los estilos de
ciertas décadas, de la extrafina de los ochenta a la corbata anchísima
que se llevaba en los setenta, ambas hoy inconcebibles.
La moda de los 80, hoy
En
los últimos tiempos, gracias al reinado de Hedi Slimane sobre la moda
para hombre de la casa Dior -que recientemente ha abandonado-, la corbata extrafina de corte rockero popularizada en los ochenta se ha vuelto a imponer como tendencia en las pasarelas.
Aunque
se trate sólo de un esnobismo estético seguido mironitariamente por
adictos a la moda, y más para la noche que para el día a día, con esta corbata se ha resucitado el nudo pequeño,
ya que cualquier otro queda desproporcionado en las exiguas piezas de
tela concebidas por este diseñador que se alimenta de potitos.
Para
hombres que utilizan su corbata como herramienta de trabajo
-ejecutivos, financieros, abogados
-, hombres que conciben el estilo con
mayúscula, el modelo italiano se impone y una corbata de seda de primera con un sólido Windsor es irrenunciable. Al desanudar la corbata, cualquier conocedor recomienda que se hagan los pasos inversos a los realizados para montar el nudo.
El
camino fácil, descorrer el nudo y el tirón final sin contemplaciones,
sólo ayudará a que la corbata se vaya deformando, arrugando y haciendo
necesario pasarle la plancha con más frecuencia de la deseada, con el
deslucimiento que ello producirá en el tejido.
Y todavía queda un consejo más de estilo: siempre hay que desdramatizar la imagen final del nudo y buscar un toque de informalidad.
Esto se consigue presionando por debajo del nudo justo antes de
ajustarlo al cuello, creando un hoyuelo que, una vez ajustado, se
mantiene firme en su sitio.