''Humala fue elegido por la izquierda pero gobierna como conservador''
Las protestas han sido algo como una forma de vida en el Perú por décadas, a pesar de que ya existe éxito económico, con un crecimiento promedio anual de 6.5% desde el 2003. Pero las últimas manifestaciones peruanas tienen un aire de modernidad, un suave aroma de los descontentos de una clase media-baja que aspira a más y que recientemente ha sacudido a Chile y Brasil.
Hoy el pueblo está atento a las decisiones políticas que se realizan en el país lo cual se vió reflejado en el actuar del Congreso, de repartir, entre los partidos políticos, diversos puestos importantes en supuestos entes independientes del Gobierno, como el Defensor del Pueblo, seis puestos en el Tribunal Constitucional -la corte peruana más alta-; y los tres puestos vacantes en el Banco Central de Reserva (aunque en este último caso, los nominados eran irreprochables). La indignación contra lo que muchos peruanos ven como una clase política corrupta y autocomplaciente no se hizo esperar, dominando los medios tradicionales y sociales. Cuando varios miles de manifestantes se reunieron frente al Congreso el 22 de julio, los legisladores rápidamente se retractaron y pasaron a dejar sin efecto los nombramientos.
Otros grupos tienen quejas más conocidas. Los médicos y enfermeras se encuentran en huelga por sus salarios. Los sindicatos protestan contra una reforma destinada a hacer un Estado más eficiente al permitir que los funcionarios holgazanes o incompetentes puedan ser despedidos.
Todo esto sucede mientras el presidente, Ollanta Humala, un exoficial del ejército, encara una creciente impopularidad y una desaceleración en la economía. Su índice de aprobación ha caído 20 puntos desde abril, llegando por debajo de 35 en las encuestas de opinión en julio. Humala fue elegido como un hombre de izquierda, pero ha gobernado como un conservador. Un líder casi aislado con pocas convicciones evidentes, es desconfiado, y luego de dos años en el cargo, se desconfía cada vez más de él. Los líderes gremiales, que lo apoyaron en el 2011, ahora lo consideran como un traidor a su causa. Los empresarios, que ya habían asimilado su política económica, se desconcertaron por la desatinada -y rápidamente descartada- sugerencia presidencial de comprar una parte de los activos peruanos de Repsol para el Gobierno. Muchos peruanos también se quejan que Humala no ha podido hacer frente a la creciente delincuencia.
Tampoco ayuda al presidente que el precio de los minerales haya desacelerado la economía. Las exportaciones en los primeros cinco meses del año fueron 13% menores que en el mismo periodo del 2012. Es probable que la economía crezca solo alrededor de 5% este año.
Esta sigue siendo una tasa atractiva. Luis Miguel Castilla, el ministro de Economía muy capaz, señala que el Perú sigue siendo un destino atractivo para las inversiones mineras, con menores costos de energía y mano de obra que Chile. Él sostiene que este año se licitarán proyectos público-privados de infraestructura valorizados en $5,000 millones. El sistema financiero y las finanzas públicas son sólidas. Sin embargo, admite que sin reformas, como la Ley del Servicio Civil para crear un estado más efectivo, el crecimiento se desacelerará.
Humala aún no es tan impopular como fueron sus dos predecesores. Steven Levitsky, politólogo de la Universidad de Harvard, señala en una columna de La República, que desde 1997 ningún presidente peruano ha podido sostener una aprobación por encima del 50%. Pero advierte que Humala se ha vuelto políticamente más aislado que sus dos antecesores, con pocos aliados firmes fuera del ejército. Si eso continúa, eventualmente podría ser peligroso para la democracia en el Perú.
Fuente: El Economista